El ciclismo suele dar jornadas de emoción, de corredores luchando contra los elementos y rebasando los límites razonables de la resistencia del ser humano. Jornadas épicas, grandiosas, en las que el espectador puede asistir con la boca abierta, sin apenas pestañear al «delicioso martirio» que estos profesionales se suelen infligir.

No obstante, hay otros días en las que basta con decir quién ha ganado la etapa, porque el pelotón no ha puesto nada de su parte para que hubiera algo reseñable durante la jornada. Así, lo más interesante de ayer resultó la inútil cabalgada de la pareja Jesús Rosendo (Andalucía Cajasur) y Walter Pedraza (Tinkoff), y la maravillosa preparación que realizó el Quick Step para que el sprinter flamenco Tom Boonen se anotara su segundo triunfo en la presente edición de la Vuelta. Absolutamente nada más.

De hecho, no es extraño encontrarse con esta clase de etapas en las grandes rondas. Después de 15 jornadas de suma dureza, el pelotón no siempre se halla con ánimos de guerra. Mucho menos en una etapa en la que la única dificultad orográfica, el alto del Acebo, de primera categoría, está sita en el kilómetro 16. Esto es, aplicando el argot ciclista, un puerto duro «a balón parado». De ahí hasta Zamora, 170 kilómetros llanos.

Así las cosas, los corredores decidieron tomarse un día libre, en el que pudieron disfrutar de la parte castellana, en sentido inverso, el trayecto de la ruta xacobea que transcurre desde Sevilla hasta Santiago de Compostela, denominado «Vía de la Plata», haciendo que la jornada transcurriese con más de una hora de retraso sobre la media prevista.

Aventureros forzosos

En esta clase de etapas, antes o después algún aventurero sale del pelotón sin esperanzas para llegar escapado, pero con la idea de enseñar su marca comercial.

De este modo, Jesús Rosendo y Walter Pedraza aprovecharon el paso del Acebo para saltar del gran grupo y galopar lo más lejos posible, con la idea de mostrar sus patrocinadores.

A fe que lo lograron. Quick Step mantuvo a raya a la pareja de fugados, pero sólo les echó el guante cuando faltaban menos de ocho kilómetros. En total, 162 kilómetros de escapada.

El sprint no fue fácil para las huestes de Boonen. Una intentona de Flecha y la rivalidad con Liquigas obligó a Quick Step emplearse a fondo. Su esfuerzo encontró premio.