Sé muy bien que Samira Makhmalbaf no ha querido hacer una versión con niño de «Un hombre llamado caballo», lo que no impide que entre ambos títulos tan alejados culturalmente haya más de una coincidencia, y pienso en la cruenta escena en que el elemento humano es tomado por una bestia de carga y le clavan herraduras en sus pies.

La realizadora puede verlo como un martirologio cristiano, pero este tipo de dolorosos rituales son más paganos que otra cosa y tienen que ver directamente con nuestra naturaleza animal. Considerando que «Asbe du-pa» («Two-Legged Horse») se ha rodado en Afganistán, con niños que han sufrido en sus carnes las consecuencias de la guerra, el que sirve de montura arrastra una serie de taras que le convierten en un ser regresivo y asilvestrado.

Su contacto con la sociedad es casi inexistente y siempre en desventaja, circunstancia que podría haber dado lugar a un debate entre civilización y barbarie como el que Truffaut propuso en «El pequeño salvaje». No van por ahí los tiros, porque en esta película iraní todo es metafórico y cualquier parecido con la realidad acaba siendo casual. Tampoco se trata de un cuento moral bressoniano como «Au hasard Balthazar», porque es demasiado pretenciosa en su retórica como para solidarizarse con el sufrimiento de un simple borrico.

«Asbe du-pa» reúne los peores defectos del cine iraní hecho para los festivales internacionales, al pretender alargar una mínima anécdota, que sólo daría para un cuento o un cortometraje, hasta límites insoportables. La narración es reiterativa a más no poder, con secuencias centrales que se repiten una y otra vez, sobre todo la de la carrera y la de la pelea. A falta de cualquier sentido de fluidez narrativa y del ritmo de las imágenes a través del montaje, el único foco de atención está en las interpretaciones del niño-caballo y del niño-jinete, dirigidos por Samira Makhmalbaf con su habitual método naturalista para actores no profesionales, aunque esta vez abusa del mismo por un exceso de primeros planos.