Inés Redondo Gamen Trabajadora del Ayuntamiento de Tutera
Carta abierta a la Izquierda Sindical
Para mí la lealtad a mi ética personal, la responsabilidad ante el puesto de trabajo, la amistad verdadera y la familia son los principales valores. En el transcurso de los años, mujeres y hombres de izquierdas han luchado dejándose la piel (a veces hasta la vida) para conseguir mejorar la calidad de vida de la clase trabajadora. Quiero rendir homenaje a todas esas personas de izquierdas. De las mejoras conseguidas disfrutamos hoy en día todo el mundo, al margen de ideologías y de credos.
Todas las mejoras económicas y sociales conseguidas a lo largo de los años han sido consecuencia única y exclusivamente de la lucha de la clase obrera. En los últimos tiempos, mientras los precios de los productos no paran de subir continuamente, seguimos cobrando lo mismo que antes. Recuerdo un viejo lema que los y las sindicalistas y personas de izquierdas gritábamos por las calles de Tutera: «A iguales precios, iguales salarios». ¡Qué lejos parece que queda todo eso! No ha pasado tanto tiempo.
Cualquier tipo de representación política o sindical se entiende como una actividad al servicio de los demás. Se supone que cuando se pide el voto a los trabajadores los delegados elegidos tienen la obligación de representar a sus votantes y de defender sus intereses ante la empresa sobre cualquier reivindicación económica y social. Si, en lugar de desempeñar ese papel, lo que se pretende es sacar provecho a nivel personal, en detrimento de sus compañeras y compañeros de trabajo, sería preferible que no se presentaran, que no traicionaran a sus compañeras y compañeros de trabajo con su actitud.
Observo hasta qué punto se pierden los papeles por parte de los llamados «representantes de la clase trabajadora» y me produce vergüenza ajena e indignación. Siento todo eso cuando, por ejemplo, se hace constar por escrito en un convenio colectivo entre trabajadores y empresa que se está en contra de hacer horas extras y al presidente del comité de empresa (que teóricamente representa los derechos de los trabajadores) no le duelen prendas en cobrar en un mes un montante de cien horas extras. Por otra parte, sin embargo, cuando un grupo de personas se dirige al comité para que, en su nombre, se solicite autorización para la celebración de una asamblea para tratar sobre las condiciones laborales en sus puestos de trabajo, se niega el apoyo a esas trabajadoras sin dar explicación alguna.
¿Qué tiempos son éstos que nos están tocando vivir? ¿Todo vale? ¿Hasta dónde vamos a llegar? Ya lo dice un viejo dicho popular: «Vivir para ver».