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Rusia desaira a Occidente y a sus planes de nuevos castigos a Irán

Rusia sigue decidida a cobrar, siempre en la medida de sus posibilidades, la implicación occidental en su patio trasero caucásico. Así, ha provocado la suspensión de una reunión, auspiciada por EEUU y sus aliados occidentales, para debatir nuevas sanciones contra Irán por su programa nuclear. La crisis georgiana y sus consecuencias geopolíticas innegables están teniendo su claro reflejo en los pasillos de la Asamblea General de la ONU.

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Rusia ha dado un paso más en su creciente desafío al unilateralismo occidental -léase estadounidense- y ha forzado la anulación de una reunión ministerial prevista para hoy en la ONU pero al margen de la Asamblea General anual y cuya única agenda era consensuar nuevas sanciones contra Irán por su negativa a suspender su programa nuclear.

El Ministerio ruso de Exteriores aseguró en un comunicado desde Moscú que el Kremlin «no ve la urgencia de discutir el programa nuclear iraní al margen de la Asamblea General», que se clausura mañana.

La iniciativa occidental de volver a reunir al P5+1 (EEUU, Gran Bretaña, Estado francés, Alemania, Rusia y China) coincide con un repunte de la presión de Washington contra Teherán coincidiendo con nuevos informes de la Agencia Internacional para la Energía Atómica.

Un alto responsable del Departamento de Estado de EEUU reconoció las dificultades para consensuar nuevas sanciones frente a las renuentes China y Rusia. Pero mientras Beijing se mostraba «dispuesto a discutirlas», Rusia ha dado un paso al frente e impuesto su veto, un veto que, reconoce la misma fuente, tiene que ver con la crisis tras la guerra georgiana.

«Es evidente que atravesamos una época de perturbaciones en nuestras relaciones», señaló.

Rusia ha dado en los últimos años su brazo a torcer en tres ocasiones permitiendo otros tantos paquetes de sanciones contra Teherán desde el Consejo de Seguridad.

En una muestra de que algo ha cambiado, y cuando los ecos de la llamada Guerra de los Cinco Días de agosto no se habían acallado, Moscú anunció su compromiso de culminar la central nuclear de Bucher, en Irán. Hasta entonces la postura rusa había sido contemporizadora con Occidente e incluía continuos retrasos en estas obras aduciendo presuntos impagos de sus compromisos por parte de Teherán. Huelga decir que los responsables iraníes repetían una y otra vez que estaban al día en los pagos a los técnicos rusos.

No parece que el duro discurso horas antes del presidente de EEUU, George W. Bush, en el que acusó a Rusia de violar la legalidad internacional, minimizara las actuales perturbaciones.

El presidente iraní, Mahmud Ahmedinejad, se subió poco después a la misma tribuna para reivindicar el derecho «inalienable» de Irán a la energía nuclear civil y para instar a la AIEA que comience a controlar los arsenales nucleares de las mismas potencias que niegan a Teherán sus planes nucleares.

Ahmedinejad aprovechó la tribuna para volver a denunciar el sionismo israelí, lo que volvió a levantar ampollas en Israel y en sus aliados occidentales.

Y a la UE

Rusia ha forzado a la UE a renunciar a su plan de que las reuniones sobre el Cáucaso previstas en Ginebra en octubre sean al más alto nivel. Sólo participarán expertos.

Israel reitera sus amenazas de un ataque «preventivo»

Desde la misma tribuna de la Asamblea General de la ONU, el presidente israelí, Simon Peres, lanzó una durísima diatriba contra Irán, al que presentó como «el centro de la violencia y el fanatismo» en Oriente Medio.

Tras insistir en que Teherán continuará «enriqueciendo uranio y produciendo misiles de largo alcance», Peres imputó a la Asamblea General y al Consejo de Seguridad de la ONU «la responsabilidad de prevenir los desastres antes de que se produzcan».

Peres concretó sus amenazas asegurando que «Israel ha demostrado que las democracias (sic) pueden defenderse. Y nosotros no tenemos intención de cambiar», bramó. GARA

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