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El Estado francés, contra Batasuna

A París no le gusta lo que ve

El Estado francés no es sólo el «colaborador necesario» para que la estrategia represiva diseñada en Madrid salte la frontera administrativa.

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 Análisis | Iñaki ALTUNA

El pasado mes de mayo, en respuesta a una carta de Batasuna, la ministra de Interior Michèle Alliot-Marie enviaba de vuelta otra misiva para reafirmar la validez del marco constitucional francés. Ahora, con el mismo objeto, ha mandado a la Policía. París ha colocado en el punto de mira a Batasuna, y lo ha hecho con criterios propios, después del repunte registrado en el movimiento abertzale en los últimos años.

Bajo el título «Desde la cárcel de Córdoba», los presos Joseba Urrosolo y Carmen Gisasola escribían recientemente que «ya quedó claro en Iparralde que una buena parte de la base de la izquierda abertzale no se siente representada por la actual Batasuna». Bajo esa premisa, cabría preguntarse si tan escaso bagaje en el haber de esta formación da como para haber provocado semejante actuación por parte del Estado francés, que esta semana se ha llevado por delante a sus representantes más significativos, además de entrar a saco en la sede de Baiona. La respuesta podría ser «sí», siempre, claro está, que se entendiese que París responde sólo al impulso procedente del Estado español después de que éste construyera la tesis de que «todo es ETA». Sería, por tanto, un mero «colaborador necesario» para que la estrategia represiva diseñada en Madrid saltara la frontera administrativa, en un conflicto que, como dicen los mandatarios franceses, no es suyo, sino de los españoles.

Sin embargo, esa versión hace tiempo que perdió peso por estos lares, por lo que el ataque contra Batasuna tiene también mucho de cálculo del propio Estado francés, debido precisamente a la trayectoria de los últimos años y la evolución que en el panorama político y social ha tenido el movimiento abertzale, en el que la propia Batasuna ha sido una fuerza decisiva.

Ello se ha notado de forma palmaria en el terreno electoral, con especial intensidad en las últimas elecciones cantonales y municipales, celebradas en marzo de este año y donde Euskal Herria Bai rompió todo techo conocido hasta ahora.

Para llegar a ese punto se ha venido realizando de forma paulatina un importante trabajo en las tres provincias vascas bajo administración francesa, después de que en 2001 se viviese la amarga escisión en AB. Tras aquel cisma, en las legislativas siguientes,AB se confirmaba con creces como la referencia electoral del abertzalismo, mientras que la iniciativa impulsada por Batasuna de votar con una papeleta pidiendo democracia para Euskal Herria apenas llegaba a sumar mil adhesiones. De ahí en adelante, sin embargo, la línea marcada por esa última formación ha posibilitado un nuevo impulso en la acumulación electoral abertzale. Una de las fechas clave se produjo en 2004, en las elecciones europeas de junio, cuando AB hizo una apuesta, junto con PNB y EA, por diluir el voto abertzale en la candidatura verde, en una operación auspiciada bajo el pretexto del pragmatismo, pero a la que el electorado dio la espalda. Al final, fue Herritarren Zerrenda, iniciativa de corte nacional por la que apostó Batasuna con otras personas sin afiliación partidaria, la que se convirtió en la referencia electoral abertzale. Aquel día se cayeron muchos mitos.

El desarrollo de Euskal Herria Bai ha supuesto otro hito, puesto que tras los buenos resultados obtenidos por la coalición en su primera aparición, en las legislativas de 2007, AB ni siquiera planteó en las últimas cantonales de marzo la socorrida exigencia de demandar un alto el fuego a ETA como condición sine qua non para formar coalición, tal y como hizo tras la escisión. Si sirve el paralelismo, mientras en Nafarroa Bai la marca de la casa fue la marginación de Batasuna, en el caso de EH Bai esta formación abertzale ha resultado determinante en el trabajo de la coalición, de la que el PNB se negó a tomar parte.

Lo cierto es que, si bien en un principio no logró arrastras a la mayor parte del cuerpo abertzale de Ipar Euskal Herria, Batasuna sí contó para su constitución con buena parte de los cuadros más dinámicos que a mediados de los 90, encuadrados en el colectivo Piztu, habían logrado lanzar un importante número de dinámicas sociales y políticas. El dinamismo de esos cuadros -muchos de ellos detenidos en la redada de esta sema- na- ha sido otra de las señas de identidad de Batasuna durante estos años, en los que se ha prodigado en el trabajo en la calle, muy por encima de cualquier otra formación.

Para conformar su línea política, Batasuna formuló, además, una renovada propuesta de institucionalización para los tres territorios, dentro de la Propuesta de Marco Democrático basada en sendas autonomías con derecho a decidir para el sur y el norte de Euskal Herria. Además de superar el atasco en el que la dinámica del departamento vasco estaba cayendo, la demanda de autonomía para Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa ha logrado reunir a otros sectores, sobre todo a aquellos que de una forma más nítida guardan la herencia de IK, que fueron quienes, años atrás, formularon una propuesta similar.

El panorama surgido de todos esos elementos parece que no ha sido del gusto de París.

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