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Jon Fernández, Koldo Burgoa (*) Queer Ekintza

¿Qué género?, el binarismo nos enferma

Existen en el mercado actual demasiados objetos o referencias culturales que nos hacen sentir ultra-identificados con unos valores. Uno de ellos es el género.

Nuestra libertad y salvajismo no tienen limites, no creo que debamos debatir hasta qué punto lo artificial se mezcla con lo natural, somos descendientes de un híbrido donde diferenciarlo sería imposible. El capitalismo, ante su apariencia de libertad, esa neblina que cubre algún tipo de felicidad real llevando al materialismo, llega a puntos en que con el objetivo de vender cualquier excusa identitaria será utilizada en provecho del mercado.

Mercado en el que lo importante será vender productos, no con el objetivo de ser felices cubriendo las necesidades básicas, sino con el de acumular objetos para marcar nuestro estatus social. Haciéndonos creer que el poseer más objetos nos hará más felices. Haciéndonos olvidar que es precisamente cuando compartimos algo cuando estamos trasmitiendo unos valores de felicidad hacia nosotros y los que nos rodean, debiendo así destruir un concepto de propiedad privada que se nos ha inyectado a través de los anuncios. Ama a los de tu alrededor, lucha, defiéndete, lame, chupa, penetra, acaricia, manosea, experimenta.

Existen en el mercado actual demasiados objetos o referencias culturales que nos hacen sentir ultra-identificados con unos valores. Uno de ellos es el género. Nos venderán un tipo de patuco al nacer con un color identitario. Patuco producido en algún país asiático hecho por niñxs y para niñxs. La gente te tratará diferente sólo por el color de tus ropitas. Las ropitas han perdido la funcionalidad inicial, que quizás fuese la de abrigar, para pasar a ser un objeto que identifica clase, género, etc.

A través de los códigos de comunicación de género, todxs, al preguntar si es niño o niña, parecen hacerlo con algún tipo de buena intencionalidad de limpia moral cristiana, cuando en realidad, todxs sabemos que a lo que se refieren es a si tu bebé tiene polla o coño, penetrante o penetrable. La pregunta de si tiene saliente o entrante será sólo en caso de que el bebé no esté delante de nuestras narices. Si lo estuviese, nos quedaría clarísimamente claro por el color de sus patuquitos o de su ropita, o del carrito, o de su pañal o de su biberón.

Aunque la sociedad todavía te trate diferente, no será tan malo comparado con lo que luego viene al hacerse cada vez más mayor. Como por ejemplo separando juegos de videoconsolas por géneros, unos valores para las vaginas y otros para los penes... ¿no es todo algo demasiado absurdo como para que no nos riamos de ello?

Juguemos con el género, performemos, escupamos, acariciemos anos, chupemos polla, frotémonos los coños contra lo que nos plazca, operémonos lo que nos salga de las gonadas.

Hay personas que cada vez estamos mas hartxs de que el mundo nos trate de una manera por aparentar ser hombre o mujer. Ahora nosotrxs decidimos operarnos, hormonarnos, jugar a la ambigüedad en el día a día, haciendo así que el mundo cambie su perspectiva hacia nosotrxs. Porque nuestra intencionalidad es tergiversar y confundir, y poner algo de caos en este mundo en el que oficialmente sólo se mueve lo normativo. No todo es realmente en el fondo como aparentamos hacia fuera, ni por fuera es lo que realmente aparentamos ser en el fondo.

Vamos creciendo, modificando nuestro género, cambiando de un momento a otro. Exigimos un respeto hacia nosotrxs y hacia vosotrxs mismxs. Ya que sabemos que nuestra lucha es vuestra lucha. Superemos las fobias, prejuicios y complejos todxs juntxs.

Ni hombres ni mujeres... ¡Libertad!

(*) Además de Jon Fernández y Koldo Burgoa, también firman este artículo Olatz Oianguren, Iker Atxutegi, Yuri Rueda, Agustín Sanz y Bruno Sangroniz.

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