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Meryl Streep, Premio Donostia

Iratxe FRESNEDA

A la hora de calificar a un profesional me parece muy difícil (e injusto) decir que se trata del o de la mejor. Más complicado es medir sus habilidades si hablamos de actores. ¿La mejor actriz? Las hay muy buenas, diferentes entre sí, en su forma de encararse a los personajes, en su expresividad, diferentes a la hora de escoger papeles, o a la hora de declinarse por el trabajo en cine, tv, teatro...

Meryl Streep es buena, excelente. Su talento, innato y más tarde trabajado, es innegable. Y, al margen de gustos personales, el premio Donostia le pertenece desde hace mucho tiempo. Hoy lo recoge. Imagino que ante un público emocionado y entregado, imagino que algo mas descansada que ayer. Streep, una mujer, dicen que sencilla, aseguran que juguetona pero a la que seguro no le falta carácter (para llegar tan alto no sólo hace falta talento). Y menos mal que no le falta carácter y se sostiene en la dura industria hollywoodiense en la que, tras superar la barrera de los treinta años, las carreras de las actrices parecen una maratón en la que escasean los avituallamientos. Y ella, a sus casi sesenta años y con dos Óscar en su haber, es capaz de llenar cines con «Mamma Mia». Cuando la Streep lo hace parece sencillo.

Me pregunto acerca de las palabras con las que agradecerá el premio. ¿Qué pensara sobre el galardón del Zinemaldia? ¿Realmente es a estas alturas de su película algo importante en su vida? No lo sé, pero lo que es cierto es que este premio va por todas esas vidas que nos ha permitido vivir a través de sus inolvidables interpretaciones.

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