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Ibarretxe espera, sentado, a Godot

Una rápida pero difícil digestión de las largas horas que estoicamente soportaron ayer las paredes del Parlamento de Gasteiz en el Pleno de Política General transporta entre sopores la memoria hasta aquella célebre tragicomedia en dos actos de Samuel Beckett. Como Estragón en «Esperando a Godot», Juan José Ibarretxe dilapidó su caudal protagónico insistiendo una y otra vez en su perorata de que Europa, como Godot, terminará por llegar para solucionar los problemas a los que se enfrenta Euskal Herria. Cuando el lehendakari aseguraba aquello de «más tarde que temprano», se adivinaba el «hoy no, pero mañana seguro que sí» original del libreto que ha pasado a la historia de la literatura como máximo exponente del teatro del absurdo.

Como absurdo resulta el discurso del lehendakari, que insiste -«erre que erre», decían ayer en la prensa española- en que la consulta llegará aunque no llegó a concretar ni cómo, ni cuándo ni atisbo alguno del camino que piensa emprender para conseguirlo. Y tuvo tiempo para ello. Su discurso, trasunto del intencionado estilo repetitivo, vacío y tedioso de Beckett, deambuló por los páramos de las intenciones, vagabundeó entre los augurios sobre el ocaso de ETA y, «erre que erre», terminó invitando a los ciudadanos y ciudadanas a que le acompañen para «alzar nuestra voz en Europa para que nos restituya el derecho de opinión». Europa, Godot.

«El pueblo vasco no se resigna», dijo ayer Ibarretxe. ¿Y el lehendakari? Con independencia de que acertara más o menos en la fórmula, al margen de las opiniones que mereciese el camino tomado para plantear un pulso al Estado español, a ese pueblo vasco al que invoca se le ha helado el rictus al comprobar que el recorrido de la relumbrante iniciativa del lehendakari se ha parado en seco ante el primer obstáculo serio. Ahora, si todavía alguien alberga alguna duda, si espera algún as en la manga del prestidigitador, conviene releer el diálogo final de «Esperando a Godot»: -Vladimir: Alors, on y va? -Estragon: Allons-y. Ils ne bougent pas. (Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos? Estragón: Sí, vámonos. No se mueven).

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