Meryl Streep: «Soy la chica que está esperando a que la saquen a bailar»
Se lo tenía merecido y ganado hace mucho tiempo. Pero fue ayer cuando Meryl Streep, uno de los mayores mitos vivos del celuloide, recibió de manos de Eduardo Noriega y Jonathan Demme el premio Donostia a su extensa y brillante carrera cinematográfica. Y lo hizo tras deleitar al gran público con su discreta elegancia y entretener a la prensa con su fino humor inteligente en la sesión de fotos y comparecencia de la tarde. Que vuelva cuando quiera.
Anartz BILBAO | DONOSTIA
«Es maravillosa», era la exclamación generalizada ayer tarde tanto en los aledaños como en los interiores del Kursaal. Meryl Streep paseó por allí su discreta elegancia hacia la rueda de prensa más multitudinaria del Zinemaldia, en la que la estrella estadounidense derrochó humor inteligente para entretener a una concurrencia entregada de antemano.
Un grupo relativamente reducido de aficionados saludó educadamente a la artista estadounidense cuando, acompañada de su marido, ésta dejó atrás el Hotel Maria Cristina para introducirse en el elegante coche negro de la organización, camino de la rueda de prensa. De gris raso y con un llamativo collar de bolas, la actriz reaccionó devolviendo simpática el saludo, parapetada tras sus gafas oscuras. No hubo esta vez ningún abordaje, como el que sufrió el día anterior Hugo Silva por parte de un nutrido grupo de enfervorizadas y excitadas fans. Es el fruto de la efervescente pasión adolescente.
La cosa cambió en la sesión de fotos, ahora sí, con cientos de fans apostados en las terrazas del Kursaal. Esperaban a una señora que nos ha emocionado con sus románticas historias de celuloide. Meryl Streep atendió, sin perder la calma, a algunos aficionados que la agasajaron con flores y la besaron entre sollozos y lágrimas de emoción. Latas de hojalata grabadas con la carátula de «Memorias de África», fotos y posters..., más de un aficionado fue obsequiado con el garabato de uno de los mitos vivientes del séptimo arte, mientras infinidad de periodistas gráficos se agolpaban encaramados a la terraza más alta para lograr la mejor instantánea. Era, sin duda, uno de los momentos más esperados del Zinemaldia, la visita de una gran dama del cine, cuyas inolvidables interpretaciones se ganaron hace ya mucho, mucho tiempo, el Premio Donostia que recibía ayer.
Con la enorme sala de prensa abarrotada hasta la bandera y los auriculares de la traducción simultánea agotados, la expectación era máxima por conocer más de cerca a la estrella que atendió con amabilidad -bromeando y actuando a ratos-, a las preguntas formuladas. Edurne Ormazabal presentó a Meryl Streep como «la mejor actriz contemporánea». Agradecida, la intérprete dijo «no haber sido jamás agasajada de tal manera, ni haber comido tan bien». Después se refirió a Jonathan Demme, presidente del Jurado de esta edición del Zinemaldia, quien la dirigió hace cuatro años en «The Manchurian Candidate» (El mensajero del miedo) y dijo que «Streep tiene una imaginación ilimitada». Según la artista norteamericana, Demme es un caballero generoso «que admira», porque «tiene muy claro lo que quiere conseguir y le da libertad para actuar».
Se rueda «de prensa» ¡acción!
Respecto a la variedad de personajes y registros que ha interpretado y le han dado fama de versátil, Streep señaló no haber sido nunca «productora de mis trabajos», al ser madre de cuatro hijos y no tener tiempo para ello. Por lo tanto, nunca ha tenido control sobre los guiones y se ha sentido «como la chica que espera la inviten a bailar». Fue también cuestionada sobre su capacidad para mantener (sin amantes ni escándalos en la prensa), un alto prestigio y una muy productiva carrera profesional, más si cabe teniendo en cuenta las dificultades para encontrar papeles interesantes a las que se enfrentan las actrices veteranas. En este sentido, la galardonada dijo que «la mayoría de actores mejoran con la experiencia» y no dudó al afirmar que «hay historias interesantes que contar a todas las edades». Tras una breve reflexión, prosiguió con que «cuando era joven buscaba lucirme más que comunicar algo verdaderamente interesante». Incidiendo en el tema, reconoció haber trabajado mucho y conocer «a casi todo el mundo en esta industria», sintiéndose afortunada de que «ahora haya más mujeres dispuestas a financiar películas, y además, al ser de mi generación, están cada vez más interesadas en gente de mi edad».
Generalmente admirada y alabada por sus compañeros de profesión, explicó que «los actores somos intérpretes que traducimos para el público experiencias de tiempos o lugares remotos». «Recopilamos experiencias para devolverlas al mundo».
A través de esa idea recordó sus sueños infantiles, para confesar que, «de niña, en los 60, mi sueño era ser traductora de la ONU». Relató con detalle una visita realizada con su madre a la sede de aquella «torre de Babel en la que los intérpretes crean un vínculo entre personas que no se entienden», lo cual le pareció «maravilloso». El ser actriz, por tanto, la retrotrae «al sueño de mi niñez». Distendida y juguetona, la artista bromeó en más de una ocasión con los presentes, demostrando su fina ironía y su agudeza. También reveló algunos puntos cruciales en su carrera. «No he tomado nunca decisiones estratégicas» al elegir los papeles y desarrollar su carrera, nos confesó, «y me he ceñido a los guiones que creo merece la pena mostrar». Volviendo a tomar un tono jocoso y cuestionada sobre su amplia filmografía, «cada vez que me preguntan por algún papel o película tengo que consultar la lista, porque tengo lagunas y trabajos que olvido», bromeó, «y cuando miro la lista digo... ¡Dios mío!».
Preguntada sobre la motivación que la empujaba a seguir adelante: «El apetito!» replicó, para explicar sonriente que «no importa lo bien que hayas cenado, cuando llegan las siete de la tarde del día siguiente y te sientes hambriento». Recordó cuando en el pasado comentaba a su marido que «tendría que jubilarse a los 40», aunque nunca le han faltado «ganas de trabajar».
«¡Volveré!»
En la gala de entrega del premio Donostia por toda su carrera, su amigo Jonathan Demme explicó su magia en cinco elementos, ayudado por el actor Eduardo Noriega: «Uno, su presencia física. Dos, su mente prodigiosa. Tres, su imaginación. Cuatro, su profunda valentía. Pero, lo más importante, su enorme corazón». Después entró en escena una elegante y sobria Meryl Streep, con el pelo recogido, agradeciendo el premio en inglés, visiblemente emocionada: «¡Thank You so much!».
«Mis padres en el cielo estarán de acuerdo con lo que Demme ha dicho de mí», rió conmovida. Agradeció el premio Donostia a sus amigos del festival y a la ciudad, galardón que «honra el trabajo de los colegas que han trabajado conmigo y me han permitido disfrutar de esta carrera». Dijo sentirse orgullosa de ser actriz y reivindicó el arte, porque «es necesario, al permitirnos unir almas, países y mundos». Dió las gracias por haberla aguantado tanto tiempo y..., «¡volveré!», gritó emocionada a la ciudad. Que lo haga pronto, será bienvenida.
Con las elecciones de los Estados Unidos a la vuelta de la esquina, abordar la cuestión era inevitable. Meryl Streep lo hizo, con un sonoro «Yeah!». Apoyó la causa republicana, al afirmar que «si gana Obama escucharéis las canciones y los gritos desde aquí», pero si pierde... «me encanta Donostia, quizás comience a buscar piso aquí» comentó ilusionada.
Qué pregunta le gustaría que le formularan, le plantearon también en la rueda de prensa. Tras reflexionar un pequeño momento «¿Tiene hoy la ficción importancia, razón de ser?» planteó, «con cámaras en todos los acontecimientos y escabrosos realitys por todas partes». Pero se sintió incapaz de dar la respuesta.
Otra perla la puso Streep al hablar sobre el Premio Donostia. «Me habían propuesto venir anteriormente y, la verdad, todo el mundo me hablaba maravillas de la ciudad» reconoció, mientras imitaba la voz de De Niro «tienes que ir, tienes que ir, yo voy siempre, la gente es encantadora».
Se mostró un tanto abrumada por los cambios tecnológicos que permiten agilizar el montaje, lo que, según ella, «hacen que el proceso sea demasiado rápido».
Recordó sentirse cercana a todos sus personajes y..., cuestionada sobre porqué nunca ha dirigido, «preguntales a ellos, a los que me han dirigido», espetó, para gritar risueña, «te dirán quién dirige realmente».
La actriz se encuentra enfrascada actualmente en dos proyectos. En uno interpreta a una madre superiora sin humor alguno, y en el otro, a una mujer que revolucionó desde la televisión la cocina norteamericana
En la gala de ayer noche, al recibir el premio de manos de Eduardo Noriega y de su amigo y presidente del Jurado Jonathan Demme, la actriz se mostró emocionada y prometió volver en el futuro a Donostia