Conferencia del Partido Conservador británico
Los tories piden cambio político pero no ofrecen alternativas creíbles
La crisis financiera internacional ha eclipsado al líder conservador británico, David Cameron, durante la conferencia de su partido, que ha concluido sin sorpresas ni propuestas innovadoras que puedan inquietar al laborismo.
Soledad GALIANA | DUBLÍN
Al cierre de la conferencia anual del Partido Conservador británico, el líder de los tories, David Cameron, se describió a sí mismo como «un hombre con un plan» para arreglar todos los desaguisados de la sociedad británica. Queda por saber si Cameron se dedicará personalmente a solucionar las crisis matrimoniales o los conflictos étnicos entre los «súbditos» de la Corona británica -dos de las cuestiones debatidas durante la reunión del partido-, o se refiere tan sólo a temas de primera línea mediática, como en este caso la crisis económica.
Y es que este año, si hubiera que elegir una frase que definiera el contenido de la asamblea conservadora, esta sería la ya conocida «es la economía, estúpido». Y es que esta frase -eje de la campaña electoral del demócrata Bill Clinton cuando supero al que se creía imbatible George Bush padre en su camino a la casa Blanca- tiene las connotaciones que reflejan las aspiraciones de Cameron: que esta crisis económica sirva para desbancar al laborismo de las riendas de la política británica.
Si el lunes, y durante una teatral intervención de emergencia no anunciada y excusada en las graves dificultades del mundo financiero, Cameron tendía una mano al primer ministro Gordon Brown para solucionar los problemas de la económica británica, el martes, en su discurso de cierre de la conferencia, Cameron se distanciaba del tono conciliador de su intervención previa, aunque rebajando el tono belicoso de su discurso para evitar acusaciones de intentar extraer beneficio de una crisis financiera que está afectando gravemente a miles de ciudadanos en Gran Bretaña.
En su discurso, el líder laborista se declaró «el mesías financiero que entrará en el templo de la desgracia financiera para azotar a los manirrotos laboristas». Y el «mesías conservador» está preparado para el gran sacrificio de heredar una economía en desorden y aunque los «sacerdotes» o incluso los «fieles» no le entiendan, pero eso no importa, porque Cameron afirma que tiene lo que hay que tener para aplicar decisiones impopulares.
Apelación al cambio
Y a las referencias de Brown, que advertía que el actual clima económico no era el mejor momento para «aprendices», Cameron respondió que tiene el carácter y conocimiento para ser un líder, y quizás tiempo para el cambio.
«Para reconstruir nuestra economía, no necesitamos más de lo mismo, sino cambio. Para reparar nuestra sociedad rota, no necesitamos más de lo mismo, sino cambio», afirmó el líder conservador, para añadir, «la experiencia es históricamente el argumento de los que están a cargo. Experiencia es lo que siempre dicen cuando tratan de parar el cambio».
Y para dar una imagen más seria, como requieren los tiempos, y quizás refugiarse más en el conservadurismo de su partido -lejos de la imagen progresiva que le presentaba como el «Blair conservador»-, Cameron abandonó la espontaneidad de intervenciones previas, cuando se presentó ante los delegados sin notas, para usar un atril y un discurso preparado en el que se impregnó los valores tradicionales de familia, responsabilidad social y servicios públicos presentándose a sí mismo como «un cuarenteañero con tres hijos que cree que la familia es lo más importante», y defendiendo que su partido es el que ahora defiende el papel de la sanidad pública y «de la justicia social». En resumen, su filosofía es la de «objetivos progresistas por medios conservadores».
Sin embargo, la cuestión del conservadurismo del partido se puso encima de la mesa en los primeros momentos de la Conferencia, de mano de los portavoces del partido en las áreas de Educación e Interior, Michael Gove y Dominic Grieve, respectivamente.
Gove vino a defender la privatización de la educación -en esto los conservadores si se decantan por la continuidad de la política laborista- con su apoyo a la creación de más academias financiadas con fondos privados, y anunció su intención de incluir las relaciones matrimoniales como una asignatura en el programa educativo. Claramente no se incluyen las parejas de hecho, pero tampoco los matrimonios homosexuales.
No a la multiculturalidad
Tampoco hay sitio para la multiculturalidad en el discurso conservador. De hecho, se diría que a Grieve le repugna. En declaraciones al inicio de la conferencia, Grieve afirmaba que la sociedad multicultural británica ha creado un legado «terrible» que es el caldo de cultivo del extremismo.
Lo que olvida mencionar Grieve es que fueron sucesivos gobiernos conservadores los que se encontraban en el poder durante los años de llegada y asentamiento de inmigrantes en Gran Bretaña.
Y si bien es cierto que el modelo británico de multiculturalidad no es perfecto, sí existen ejemplos de convivencia ha seguir para otras muchas sociedades. Ha sido la multiculturalidad la que le ha dado las olimpiadas a Londres. Sin embargo, Grieve reniega de este legado social y cultural y acusa al crisol cultural de engendrar la filosofía de los responsables de los ataques kamikazes.
La solución, desde el punto de vista conservador, es la imposición y reivindicación de la herencia cristiana británica, aunque quizás se refiera a la de la isla exclusivamente, mientras ignora la tradición de tantas otras naciones ocupadas en nombre el imperio británico y cuyas mayorías no eran, precisamente, cristianas.
Esta no es la primera vez que Grieve ataca el concepto de multiculturalidad, y parece defender el de asimilación rancia. Es por ello que el hecho de que siga presente en la primera línea de los conservadores hace pensar que la alternativa de Cameron no es tan progresista como él la pinta.
Y como último botón de muestra, el hecho de que los delegados a la conferencia eligieran a Margaret Thatcher como la política conservadora más importante por delante del «héroe» Winston Churchill da que pensar.
Donde Churchill representaba la unidad de todos los británicos, Thatcher es la madre del individualismo neoliberal, la privatización industrial, el estrangulamiento sindical y el conflicto político y social. Los delegados optan por la cara más fea de su partido.
La reacción inmediata del laborismo vino de la mano de la subsecretaria de Finanzas británica, Yvette Cooper, que afirmó que en lugar del plan, lo que Cameron ha ofrecido a los británicos son «palabras cálidas y populismo fácil».
Cooper se preguntaba «¿dónde están las alternativas creíbles?».
Trabajadores con empleos mal remunerados en el sector financiero se manifestaron ayer a las puertas de la conferencia conservadora para denunciar la corrupción de sus líderes, a quienes acusan de recibir fondos.
Cameron ofreció unidad al primer ministro Gordon Brown para evitar que en Bretaña «reedite» la crisis financiera que está padeciendo Estados Unidos.
Cameron defendió que tiene «carácter y juicio» para liderar Gran Bretaña como respuesta a las acusaciones de inexperiencia lanzadas desde las filas del Partido Laborista.