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Música para días de otoño, con Frank Sinatra

Iratxe FRESNEDA

Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Un 12 de octubre de 1943, durante una actuación en el teatro Paramount, 40.000 fans enloquecidas colapsaron las calles de los alrededores. Todo por ver y oír a Frank Sinatra. Desde entonces los clubs de admiradoras y los contratos se multiplicaron: programas de radio, contratos cinematográficos con la RKO y una portada para la revista «Life». A finales de 1943, el cantante, que había firmado un contrato con Columbia Records, ganaba un millón de dólares al año. Sinatra. Una voz inconfundible, perdida en los ecos de una ciudad cantada, una voz soñada por generaciones distanciadas en el tiempo. Si el celuloide creó el cuerpo, también supo encontrar a la voz. Una voz que se hizo fotograma y que nos dejó una larga lista de películas, algunas, ciertamente, más celebradas que otras. «De aquí a la eternidad» le proporcionó el Óscar al Mejor Actor de Reparto; la cinta de denuncia social «The house I live in», otro honorífico y compartido; «El hombre del brazo de oro», una nominación como Mejor Actor por su papel de adicto a la heroína, y «Once a la medianoche», donde Sinatra compartía celuloide (y algo más) con el resto de lugartenientes del Rat Pack mereció recientemente ser revisitada por Steven Soderbergh. Nacido en Hoboken ( New Jersey) en 1915, Frank cantó temas inolvidables de músicos como Cole Porter o George Gershwin. Gracias a sus habilidades vocales, pasó de ejercer de recadista en el diario «Hudson Observer» a ser en 1939 el vocalista de varias orquestas, como las de Harry James o el trombonista Tommy Dorsey. Su talento como crooner le convirtió en un ídolo de adolescentes y le proporciono una exitosa carrera como cantante en solitario. Precisamente sus inicios en el cine vendrían marcados por las comedias musicales, pero su capacidad interpretativa fue evolucionando hasta llevarle a actuar en películas alejadas de un género poco apreciado por la crítica como es el musical. Atractivo fuera y dentro de la gran pantalla, su talento interpretativo iba mas allá de las convenciones. Dicen que fue un actor de grandes contrastes, que supo alternar actuaciones atormentadas con el encanto de su serenidad. Pero además de cantante, actor y juerguista ocasional, Sinatra probó la silla de director. Una única cinta figura en su currículo como realizador, el atípico film bélico «Todos eran valientes», de 1965. Diez años después de su muerte el recopilatorio «Nothing but the best» nos acerca de nuevo a su talento.

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