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«Soy romántico en el sentido más amplio de la palabra»

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Joseba Torre, COMPOSITOR

El bilbaíno Joseba Torre, que acaba de cumplir cuarenta años, ha pasado de ser una de las grandes promesas de la música contemporánea de Euskal Herria a estabilizarse como uno de los pocos compositores que puede decir que ninguna de sus creaciones permanece inédita. Sus actuales proyectos son dos grandes piezas sinfónicas para las orquestas de Euskadi y Bilbo. En esta entrevista, nos desvela algunas claves de su obra y de su vida.

Joseba Torre, que además de su faceta compositiva ejerce una intensa actividad como profesor de análisis en Musikene -el centro superior de música ubicado en Donostia-, nació en la capital vizcaina en 1968. Comenzó sus estudios en el Conservatorio Arriaga y despegó, con tan sólo 18 años, a París y Pittsburgh. Pese a su juventud, sus obras han sido interpretadas en los más importantes festivales internacionales, encargadas por instituciones estatales y extranjeras, y ha recibido una lista impresionante de premios.

¿En qué momento decidió que quería hacerse compositor?

En mi caso fue una decisión muy sencilla, porque vengo de una familia de músicos: mi abuelo era compositor y director coral, y mi padre, director y profesor de música. Recuerdo que quería ser compositor y director de orquesta desde que tengo uso de razón, y ya con cuatro o cinco años me pasaba tardes enteras al piano intentando escribir mis primeras obras, porque ya sabía algunas cosas de armonía y contrapunto que me había enseñado mi abuelo. Así que, para mí, no tuvo ningún mérito convertirme en compositor, fue algo completamente natural.

Sus estudios oficiales transcurrieron en Bilbo y Madrid, y después se trasladó a París. ¿Por qué París?

No se puede negar que el Conservatorio Superior de París es uno de los más importantes del mundo. Con 18 años terminé la carrera aquí, y para mí estudiar en ese centro era todo un sueño, así que, cuando me aceptaron, tardé mucho en creérmelo. A aquella edad yo tenía una imagen de la música francesa contemporánea como «lo más de lo más», me fascinaba el espectralismo y toda esa armonicidad y colorido típicamente francés. Yo era un devorador de armonía y color, y entrar en esa escuela para mí era lo máximo.

Tras finalizar en el Conservatorio fue seleccionado por el IRCAM para un master en composición y nuevas tecnologías. Pero, tras aquella inmersión en lo más radical de la vanguardia musical europea, decide irse a los Estados Unidos, a un país dónde todo lo que rodea a la música contemporánea es opuesto al Estado francés. ¿Cómo fue aquella experiencia?

A esas alturas, yo ya tenía muy claro qué música quería crear y a lo que iba a los EEUU. Allí mi música sonaba a chino, pero lo que me interesaba era empaparme de ese pragmatismo de la música americana, que es ágil, efectiva, y aunque pueda parecer banal, en realidad no lo es; más bien, todo lo contrario. Quería ver qué me podían enseñar allí, pero no cambié mi manera de componer de Francia. En mi opinión, los EEUU no es buen un lugar para adquirir una formación si no partes con las ideas muy claras, pero, si ya las tienes, allí pueden ofrecerte infinidad de medios, porque te facilitan orquestas y grupos instrumentales para interpretar tu música. Puedes tocar y dirigir, y en mi caso concreto, que venía de París y con varias becas, me dieron todas las facilidades. Fueron tres años maravillosos, también en lo personal, porque allí conocí a mi mujer, que estaba realizando un doctorado en estadística y matemáticas, que, en cierto modo, están muy cercanas a la música.

Suele ser habitual el que muchos jóvenes compositores se pierdan en el paso desde el conservatorio al circuito profesional. ¿Para usted fue difícil comenzar con su carrera como compositor?

Por lo que dice todo el mundo, ese paso desde el conservatorio es complicado. El conseguir que te hagan tus primeros encargos es difícil. Pero yo he tenido una inmensa suerte, porque antes de acabar mis estudios en París ya tenía encargos. Más bien, y lo digo con humildad, es que no daba abasto. Mientras estaba en EEUU tuve una frecuencia de no menos de siete viajes anuales a Europa para dirigir ensayos, asistir a mis estrenos e incluso para impartir conferencias, hasta el punto de que terminé quemado de viajar. Ni siquiera pude asistir a mi ceremonia de graduación porque ese día tenía un concierto. Hoy es el día, y toco madera, en que toda mi música ha sido encargada y tocada, incluso varias veces, así que no puedo decir que yo tenga obras guardadas en el cajón. Me considero muy afortunado.

40 años es una cifra simbólica para mucha gente, un punto de inflexión vital. ¿Lo es también en lo musical?

La evolución que sufre un compositor con su música puede ser muy diversa, pero suele haber un rasgo común: la simplificación. Mi música sigue siendo compleja, pero he ido eliminando todo aquello que era un lastre, que resultaba superficial. Pero eso ha ocurrido tanto en mi música con en mi propia vida. Te deshaces de lo que no te sirve, pero la esencia sigue estando intacta.

Su música es considerada de gran complejidad...

Muy al contrario de lo que pueda parecer, mi concepción musical es muy lírica. Soy romántico en el sentido más amplio de la palabra. Siempre he sido muy transgresor con los clichés preestablecidos, y mi música no es contemporánea porque tenga que acogerse a unos clichés, es la música que siempre he querido hacer. A pesar de su apariencia, a menudo los músicos que han tocado una obra mía me han confesado que al principio parecía mucho más compleja de lo que resultó siéndolo finalmente.

Le acaban de encargar dos nuevas obras sinfónicas, que serán estrenadas la temporada que viene por la Orquesta Sinfónica de Euskadi y la Sinfónica de Bilbao. ¿Qué nos puede adelantar sobre ellas?

Como sabes, van a reinaugurar el Teatro Campos Elíseos de Bilbo, que actualmente está en proceso de reconstrucción. Es un teatro muy carismático y la reapertura quiere ser un gran acontecimiento, para el que la Sinfónica de Bilbao me ha encargado un obra. Tendrá su componente sorpresa, pero no quiero desvelar nada por el momento. La obra de la Orquesta Sinfónica de Euskadi también va a tener su miga, pero será una obra exigente. Se trata de un trabajo inmenso, pero muy grato, que me está permitiendo redescubrir la composición para orquesta.

MIikel CHAMIZO

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