KARAKORUM | Ochomilismo
Gasherbrum IV, cayó su 50 aniversario
Los alpinistas Zabalza, Vallejo, Iñurrategi, Tamayo y Latorre se hacen con la cima Norte del G IV (7910 m, Karakorum). Ha sido el tercer intento vasco al sietemil.
Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA
No fueron, ni mucho menos, a celebrar el medio siglo que cumplía la primera ascensión del G IV (7925 m), pero la fecha queda bonita. Ya han pasado 50 años desde que los italianos Carlos Mauri y Walter Bonatti se hicieran con esta codiciada cima; una escalada realizada por su arista noreste y que, a día de hoy, no conoce ninguna repetición.
Pues bien, por el sietemil pakistaní se presentó de nuevo (era la tercera vez) un equipo de alpinistas vascos esta vez compuesto por Mikel Zabalza, Juan Vallejo, Alberto Iñurrategi y Jose Carlos Tamayo. Es decir, la créme de la créme del alpinismo vasco de altura; léase Karakorum e Himalaya. Junto a ellos, otro grande, el catalán Ferrán Latorre.
Algunos de los protagonistas le tenía de verdad ganas al Gasherbrum IV, y es que por tercera vez en 11 años montaba el campo base en la más absoluta soledad. Nos referimos al vizcaino Tamayo, quien en el 97 con Paco Chávarri, Jon Lazkano y nuestro compañero Kike de Pablo realizaba un duro intento. Tras 45 días de lucha, totalmente agotados, decidían volver a casa tras llegar más o menos a la cota 7300.
Tamayo, esta vez con Jon Beloki e Iñurrategi, volvía a las andadas en el G IV, pero en esta ocasión le echó el ojo a la todavía no repetida vía de los italianos. De nuevo el espectacular sietemil se resistía. ¿Por qué no un tercer intento? Eso es lo que se preguntaba el alpinista vizcaino, a pesar de no ser nada habitual darle otro tiento a una montaña de estas características. Y al final, como se suele decir, a la tercera la vencida; eso sí, aunque haya sido su cima Norte o secundaria.
Para esta ocasión, el potente grupo vasco-catalán se decantaba por la vía americana del 86, que se eleva por la arista noroeste. Y la actividad, como se esperaba, se las ha traído. Sabían que, aunque conocían una gran parte de la vía, la cosa no iba a ser nada fácil, sobre todo si tenemos en cuenta que quedaba por despejar la incógnita del muro final. 50 días en campo base solos, totalmente solos, y teniendo que aguantar las embestidas de una climatología adversa.
Finalmente, el 29 de julio se echan al definitivo ataque. Salen del base, pasan de largo de C1 y llegan al C2. La jornada siguiente hasta el C3, y con el último día del mes ya están en el C4. Les quedan «sólo» 500 metros a cima. La jornada iba a resultar realmente dura y de muchas horas, y es que, entre otros, debían superar el famoso muro. A las 17.00 del 1 de agosto se encontraban en la cima Norte del G IV (7910 m). Todavía les quedaba unir la travesía que les llevaría a la cima Sur o principal (7925 m). Parecía sencilla, pero andaban ya tarde y se decantaron por descender. A las 23.00 llegaban al C4. Otra larga jornada, con sobresaltos incluidos (la caída de un bloque hirió a Latorre) y ya están en el base.
Exigente desde el principio
Como adelantábamos, uno de los protagonistas de esta gran ascensión ha sido Tamayo, quien finalmente se quitaba un «peso» de encima. Según señalaba a GARA, a diferencia de su intento en el 97, esta temporada ha sido mucho más seca: «En nuestro anterior intento el tiempo fue muy malo hasta mediados de julio. Por diferentes motivos tuvimos que volver a casa, y justo después de tomar esa decisión llegó el buen tiempo. Este año, en general, ha sido mejor. En esta ocasión hemos tenido la ayuda de las previsiones que nos llegaban vía satélite. Esto te da más oportunidades de éxito y te ayuda a desgastarte menos; así pues es sólo cuestión de paciencia. Para el 5 de julio ya lo teníamos más o menos preparado; incluso dormimos a casi 6900 metros. Y luego, hasta el día 29 del ataque final, no tuvimos ninguna oportunidad».
Sobre la vía que han escalado, el alpinista vizcaino la define como una ruta glaciar más que mixta y con alguna banda de roca: «No es tan difícil a nivel técnico. Te exige emplearte a fondo a nivel físico. Eso sí, para el muro final llevamos un buen surtido de friends y otros cacharros. El primer largo de entrada a ese muro sí fue difícil, pero luego te bastaba con mirar bien y buscar el camino más cómodo».
«Por lo demás, empieza por un pequeño contrafuerte, esta vez de roca. Luego le sigue un couloir de 1000 metros entre el C1 y C2. Llegas a una horquilla y montas el C2. Y de ahí te metes en la arista noroeste, asomándote a la cara norte. Ya estás a altura y empiezas a sufrir las embestidas del viento. Así se convierte en más expuesto, y además cambia el ambiente. Luego vas pasando manchas de nieve profunda evitando la roca. Hasta el C3 tuvimos que abrir huella muy profunda. De repente avistas la pirámide. Cuanto más arriba, la pendiente se pone más vertical, y sigues entre bandas de roca, un poco de mixto que era difícil de asegurar. Ya en el muro, subimos por rampas de nieve bastante tiesas, nieve blanda entre 55º y 60º. Era extenuante. Tras una campa intermedia ves a los lejos la cima y empiezas a dudar si llegaremos o no. Al final, nos quedamos en la cima Norte».
A Tamayo le ha gustado más la vía americana que la italiana, al ser más técnica y exigente desde el principio. Quedaba la duda del cómo, es decir, del estilo para afrontar una línea que, según los protagonistas, se dejaba para escalar en estilo alpino. Tras valorar esta cuestión, el vizcaino afirma que el grupo se decantó por utilizar algo de cuerda fija: «Yo he sido más conservador y les dije a mis compañeros que era mejor fijar algo. Un trocito para el C1, para la travesía por el glaciar roto, claro está el couloir y otro poco más para el C3. Había que tener en cuenta que durante el día la calidad de la nieve es muy mala. Además había que bajar, y la verdad es que durante el descenso nos topamos con cataratas de agua, con secciones muy rotas... Y además está el susto de Ferrán».
El alpinista alavés se puso en marcha para intentar hacer otro doblete como el cosechado hace dos años junto a Xabier Alzola con la firma de los Gashebrum I y II. Para esta ocasión se propuso el Broad Peak y el K2. El primer ochomil lo iba intentar junto a Aitor Las Hayas y Juan Carlos González. Y decimos intentar, porque el Broad Peak no se dejó. En el caso de Zerain, con la mente puesta también en el K2 (en este caso no iría con sus dos compañeros), aclimató y trabajó para llevarse el Broad Peak, pero las malas condiciones y el fuerte viento detuvieron su cometido. Visto que el ochomil se ponía feo, decidió ir al campo base del Chogori y llevar material para su posterior montaje de los campos de altura.
El alavés prepara su K2 montando el C2 y llega hasta los 7000 metros de altura donde pasa noche. De nuevo vuelta al Broad Peak, pero no se deja. Decisión: descarta el Broad Peak y pone sus miras en el K2. Como todas las expediciones, Zerain aprovecha la ventana de buen tiempo prevista para finales de julio. El 28 sale a por el ataque definitivo. Llega al C2 ese día, y al siguiente le toca descanso obligado. El 30 sube a montar el C3, y el 31, en vez de subir al C4 con otros alpinistas y tener que compartir otra noche precaria en altura, decide quedarse en el C3. Hasta ahí lo normal, y lo decimos porque la ascensión realizada por Zerain el 1 de agosto cambiaría de tornas y se convertiría en una actividad excelente y de gran mérito.
Afrontaría la escalada desde el C3 hasta cima. Está muy fuerte tanto física como sicológicamente. A las 22.00 del 31 de julio sale solo a cumbre. A las 24.00 llega al C4. Espera una hora y media, pero ningún alpinista se le une. Va por delante abriendo huella profunda. Por el compromiso va hacia la roca para meter algún seguro y colocar algunos metros de cuerda fija. Espera otras dos horas, y de nuevo nadie se le une. A las 11.00 sigue la marcha, otra vez en solitario y abriendo huella. El grupo que le sigue va lento. Sortea todos los obstáculos, incluido el «cuello de botella» en solitario, y mostrando un gran poderío llega a las 15.00 a los 8611 metros de altura, es decir, la cima del K2. De nuevo solo.
Hay que volver, y empieza el descenso. Se cruza con el grupo que todavía sigue con ritmo lento. Zerain arriba al C3 a las 18.30, y al día siguiente está en el campo base. Mientras tanto, el día de cima se masca la tragedia. Los alpinistas que iban por detrás del alavés comienzan a hacer cumbre muy tarde, hacia las 19.30. En el descenso mueren 11 montañeros. Después de lo ocurrido, el alavés descarta volver al Broad Peak. Esta vez se queda sin el doblete, pero eso sí, con una excelente ascensión del C3 a cima del K2.