Martxelo Díaz Periodista
Votos que huelen muy mal
Cuanto más se conoce el Estado francés más lamentable resulta. Parece que el lema de Liberté, Égalité, Fraternité pasó a mejor vida diez minutos después de la toma de la Bastilla.
La última viene de la Catalu-nya Nord. Resulta que un tribunal francés ha ordenado repetir las elecciones municipales en Perpinyà porque a un interventor del alcalde, Jean-Paul Alduy (UMP), le pillaron con papeletas escondidas en el calcetín cuando trataba de introducirlas en la urna para contribuir a su reelección. Alduy heredó prácticamente el cargo de su padre, que gobernó la ciudad catalana desde 1959 hasta 1993. Se trata de una «dinastía» muy parecida a la de los Grenet en Baiona.
Que un candidato del partido de Sarkozy se vea obligado a recurrir al nada sofisticado pucherazo de esconder las papeletas en un calcetín para meterlas en la urna cuando nadie mira ya es un síntoma de la decadencia que padecen las instituciones francesas. Pero la cosa todavía es peor, ya que el tribunal de Montpellier que decidió anular las elecciones municipales no lo hizo argumentando que hubo un fraude en los comicios, sino que señala que los vecinos de Perpinyà tienen que volver a las urnas porque Alduy ganó por poco más de 500 votos a la candidata del PS, Jacqueline Amiel-Donat. Es decir, que si los compinches de Alduy hubieran conseguido meter un saco de papeletas de la UMP en las urnas y el alcalde hubiera ganado por goleada no habría ningún problema. Es más o menos lo que decía el fiscal, que no veía motivo para anular las elecciones pese al demostrado intento pucherazo. Y eso que se presentó en el colegio electoral y vio al interventor con las papeletas en el calcetín.
A todo esto, tras los comicios municipales de marzo, en Perpinyà se vivieron escenas más propias de una película surrealista, como una manifestación en la que se reclamaba la dimisión de Alduy con calcetines llenos de papeletas de la UMP colgando de las orejas. Pero Alduy a lo suyo. Ya ha anunciado que recurrirá al Consejo de Estado. Seguro que le darán la razón. ¡Y luego se extrañarán de que haya independentistas!