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La lacra debe cesar

Estos «ciudadanos del mundo» versus «de donde convenga» sólo se alían con el poder con la misma facilidad que los pulgones producen para las hormigas, auténticos parlanchines del sistema, abonados a las arcas públicas, con la finalidad de mantener la misma idea de antaño, una, grande y no tan libre «nación» imaginaria.

Tras leer el artículo «La lacra que no cesa» de Francisco Bustelo en el periódico «El País» (20/09/2008), llego a la conclusión que muchos escriben desde la incomodidad de ver a quienes resisten sus excesos como a extraños o enemigos potenciales. Rabiosos y sin argumentos estables, atacan una y otra vez, preguntando sin aceptar respuestas, como si con ello fueran solucionando sus propias frustraciones por vivirlo desde un entorno y realidad débil y falso como es lo que dicen defender.

Opinadores y expertos de uno y otro género, que llenan páginas pidiendo incluso mas represión, cadenas perpetuas o unas medidas preventivas que llevarían a miles de ciudadanos a perder mas aún su libertad de pensamiento y actuación, sin darse cuenta de que con ello pierden la razón y el equilibrio con la libertad que tanto gustan citar. Son celotes del gran reino que impone ideas y, sin embargo, se sienten ofendidos, amenazados, incluso «invadidos» por las minorías que son y siguen siendo ninguneadas o reprimidas.

Estos «ciudadanos del mundo» versus «de donde convenga» sólo se alían con el poder con la misma facilidad que los pulgones producen para las hormigas, auténticos parlanchines del sistema, abonados a las arcas públicas, con la finalidad de mantener la misma idea de antaño, una, grande y no tan libre «nación» imaginaria. Tal vez deberían preguntarse qué no atrae de su querida democracia para que miles de personas, pese a la que se les avecina, sigan otra vía en busca de otra salida.

Acaso no seamos personas sin razón y sintamos dudas de su tan dudoso proceder, que incluso ponen jueces en el Consejo del Poder Judicial a dedo y según las simpatías ideológicas. Pueden ser las manifestaciones contra la diversidad, a favor de la familia tradicional junto a lo más facha de la Iglesia, o sean pequeñas pero miles de cosas que nos hacen dudar de eso que se autoadjudican, pregonan y no lo sentimos.

Si acaso puede ser esa democracia que persigue y cambia leyes continuamente y en claves represores e impositivos, la que hace que esta gente que analiza y cita como extraña no se vea en las otras manifestaciones que conscientemente calla y seguramente le resulten mas normales o honrosas como a todos los progres. Las manifestaciones tan habituales en la Gran España.

Pero todo es según como se mire y de dónde se analice. Yo, dándome a elegir, me quedo con los que cita y sus banderolas de turno. Lo siento mucho, no me atraen las del toro de Osborne, ni el «a por ellos»... o la de Barcelona que llevaron no sólo a un famoso televisivo, sino a otros de rancio olor a naftalina, a pasado, también supuestos progresistas anticatalanes, especialistas en pedir mas represión y nunca soluciones para nosotros los disidentes de ideas impositoras.

De todo el artículo me quedo con «la necesidad de dirigirse políticamente a los vascos» que cita, el resto sólo son miedos propios, años de incomprensión y nula capacidad para admitir la realidad que muchos reclamamos, más libertad, más justicia y posibilidades de futuro como pueblo. No es mucho, pero sí demasiado para los acomodados analistas de nuestra realidad desde la lejanía.

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