CRíTICA cine
«Sangre de mayo»
Mikel INSAUSTI
El director José Luis Garci es capaz de lo mejor y de lo peor, por culpa de su mal entendido clasicismo, que a veces le hacer caer en lo más rancio y conservador. Con “Sangre de mayo” se le ha ido la mano, pues ha querido hacer una película propagandística con motivo del Bicentenario del 2 de mayo madrileño, encargada a todo lujo por Esperanza Aguirre.
El resultado es en cambio ruinoso, ya que resucita la estética del régimen franquista en cuanto a los panfletos de derechas, así como las coreografías zarzueleras en lo relativo a la puesta en escena. Es un insulto a su admirado director John Ford, porque se parece más al «Alamo» de John Wayne, que vendría a ser el alumno torpe y fascistoide del gran maestro. La manera en que Garci lanza las soflamas patrióticas en el tramo final de la larga e interminable película no puede ser más burda, por no hablar del prólogo y el epílogo centralistas en la tradición de CIFESA, que creía ya afortunadamente desterrada de las pantallas.
Dejando a un lado la ideología que hay detrás de la película «Sangre de mayo», Garci decepciona, además, como cineasta al haber desperdiciado la mayor oportunidad de su carrera para lucirse en las secuencias de ambiente palaciego, que resultan mucho más acartonadas que incluso en sus referentes del antiguo Hollywood.
Eso en lo relativo a los interiores, porque en los exteriores los decorados se notan incluso más, con lo que la labor de diseño artístico del oscarizado Gil Parrondo no sirve para nada. El tratamiento del color quiere recordar a las tonalidades marchitas del libro antiguo, aunque a riesgo de parecerse al virado a sepia de las viejas fotografías. Las escenas goyescas dejan mucho que desear en su recreación del dramatismo pictórico, especialmente en la de la fallida carga de los mamelucos y, cuando se llega al momento culminante de los fusilamientos, la instantánea definitiva pasa a ser el reflejo caricaturesco de un reparto irregular y descompensado, en el que tal vez salvaría de la quema a los buenos secundarios Manuel Galiana y Fernando Guillén.