El devenir de la crisis financiera no deja de fabricar, día tras día, noticias de ondo calado económico. Los actores llamados a tomar la iniciativa para salvar del caos a los mercados han tomado la determinación de no quedarse de brazos cruzados y encadenan una decisión con otra aún más espectacular que la anterior. Si el martes los ministros europeos de economía elevaban sustantivamente las garantías para los depósitos bancarios ante la eventualidad de quiebras de entidades financieras, ayer el Banco Central Europeo decidía, tras cinco años de contención, bajar medio punto los tipos de interés y el Gobierno británico optaba, en un movimiento sin precedentes, por una fórmula de nacionalización parcial de la banca a través de un multimillonario plan de rescate.

La decisión de bajar los tipos resulta especialmente llamativa, no sólo porque el propio BCE había decidido mantenerlos hace tan sólo unos días, sino porque supone un giro en la política tenazmente defendida por su presidente, Jean Claude Trichet, ante los serios riesgos de incrementar la inflación que entraña un descenso en el precio del dinero. Respecto a la audaz decisión británica, significa un brusco movimiento que podría incluso quebrar los acuerdos de Maastricht. El tsunami de la crisis empieza a agitar bruscamente algunos de los cimientos económicos hasta ahora parecían inamovibles.