McCain y Obama muestran los límites evidentes de un cambio cada vez más difícil de creer
La sensación de aburrimiento que a estas alturas genera el debate entre demócratas y republicanos en su carrera hacia la Casa Blanca no es tan sólo debido a la lejanía ni a la eterna precampaña que padecimos durante los meses previos. Los norteamericanos también se muestran cansados de un debate que, según trascurre la campaña, se va convirtiendo en más medido, adaptado exclu- sivamente al formato televisivo y, en consecuencia, cada vez menos real. Esa era la conclusión que sacaba el columnista de la publicación radical norteamericana «Counterpunch» (www.counterpunch.org), Alexander Cockburn, que titulaba la crónica sobre el último debate entre Obama y McCain con un significativo «Imbecilic Tedium» (tedio imbeciloide).
Lo cierto es que la postura de McCain era previsible, pero la necesidad de Obama de ceñirse al guión de lo políticamente correcto establecido por los republicanos está minando su credibilidad entre quienes creyeron que simbolizaba un cambio. La lucha ya no es por un proyecto político, sino por lo votos de la clase media, la que vota. Pero, ¿y la clase trabajadora? Bastante tiene con la crisis, deben pensar los candidatos.