Los hermanos Coen recuperan su sentido del humor
«Quemar después de leer»
Los hermanos Coen vuelven a ser los Coen con una disparatada comedia negra marca de la casa, que se ha convertido ya en la película más vista de toda su carrera. Con «Quemar después de leer» se ganan al gran público que no tuvo «No es país para viejos», aunque pierdan los premios y el respaldo de la crítica seria de su anterior oscarizada realización.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Los hermanos Coen vuelven a lo suyo, a su personalísima comedia negra que les ha granjeado tantos seguidores. Lo de «No es país para viejos» fue un espejismo, porque en esa película no eran ellos. Se pusieron el traje de adaptadores literarios para la ocasión, y hasta perdieron el humor que les caracteriza, todo por ser fieles a la novela de Cormac McCarthy. La recompensa por tal renuncia fue grande, ya que en un año flojo para los Oscar se llevaron la mejor parte del pastel. Joel y Ethan no han dado tiempo a la reflexión, llevados por su vertiginoso sentido de la producción. De esta manera, no dejan a los estudiosos hablar sobre un supuesto cambio de rumbo dentro de su carrera, así que «No es país para viejo» quedará como un rareza, una obra premiada que no les supuso dinero pero sí reconocimiento por parte de la crítica seria, incluso aquella a la que películas divertidas como «Fargo» o «El gran Lebowski» no les hacen tanta gracia.
El reparto tampoco era el habitual de su repertorio, con un Javier Bardem fronterizo que tuvo la suerte de no tener que abrir la boca y de encontrar el corte de pelo adecuado para entrar en la galería de malvados que fascinan al público anglosajón por su exotismo. Pero todo eso es agua pasada y los Coen son otra vez los Coen más que nunca, porque «Quemar después de leer» se ha convertido en la película más vista de toda su filmografía, gracias a la potenciación de su particular sentido del absurdo en manos de un espectacular plantel interpretativo y de unos diálogos delirantes, marca de la casa.
«Quemar después de leer» es una parodia del género de espionaje, ajustada al humor negro que distingue a los Coen. La cadena de fatalidades que se sucede a lo largo del argumento sigue una mecánica inexorable tipo «Fargo», con el protagonismo de un grupo de perdedores natos que parece directamente sacado de «El gran Lebowski».
Un agente retirado
Aunque la enrevesada intriga es reducida al ámbito doméstico, no es menos cierto que parte de la ineptitud de un agente de la CIA caído en desgracia, con lo que viene a ponerse en solfa un sistema de seguridad gubernamental sometido a los fallos humanos.
De nada sirve todo el desarrollo tecnológico cuando la herramientas de poder son usadas por gente irresponsable y peligrosa, expuesta a cualquier conspiración o entramado de ambiciones descontroladas. En «Quemar después de leer» todo el mundo quiere hacer negocio con la información privilegiada, aunque lo que creen un secreto oficial de un incalculable valor se revela como las peroratas de un exagente alcohólico y con problemas conyugales que escribe sus memorias por puro resentimiento.
La idiotez parece contagiarse a cuantos se ven involucrados en el asunto, como un síntoma inequívoco de los tiempos que corren, en los que a falta de preparación la valía de las personas se mide por el dinero, y si no lo tienes te conviertes en un perfecto imbécil en el afán ridículo y enfermizo por conseguirlo.
Los estúpidos personajes de esta comedia negra van coincidiendo de manera fortuita mediante un elemento común que les une, que es el CD cuyo contenido es el boceto del libro de memorias del exagente de la CIA encarnado por John Malkovich. El CD es el «macguffin» u objeto que sirve de pretexto para enredar toda la trama, pasando de mano en mano y generando una tensión y una violencia innecesarias.
Cada uno de los implicados tiene una supuesta razón para hacerse con él, ya sea por enriquecerse o por vengarse, claro que sin saber que el famoso disco vale en realidad lo que cuesta adquirirlo como soporte en cualquier tienda antes de usarlo. La primera en robar el CD es la mujer del protagonista, que mantiene relaciones con otro agente y piensa rehacer su vida junto a él, sin saber que va a ser el encargado de vigilar a su marido y de recuperar el disco a tiro limpio. El papel de la esposa recae en la inglesa Tilda Swinton, con un cometido de menor relevancia que George Clooney, quien recurre a su caricaturesca gestualidad como el amante que aprieta el gatillo a la menor oportunidad.
Tilda Swinton perderá la pista del CD cuando se lo deje olvidado en el gimnasio, siendo dos empleados del local los que se hacen con él. La pareja la componen Frances McDormand y Brad Pitt, que creen ver en el repentino hallazgo el medio para dejar definitivamente su trabajo y prosperar, sin intuir el tremendo lío en el que se van a meter de cabeza, a pesar de las sabias advertencias de su jefe, encarnado por el buen secundario Richard Jenkins.
Ella necesita el dinero para someterse a una operación de cirugía estética y poseer un cuerpo esbelto como el de las mujeres que acuden al gimnasio, lo cual viniendo de una actriz tan natural como la miembro de la familia Coen no deja de ser una broma en toda regla. Su compañero de reparto demuestra, en contra de lo que son sus habituales roles estelares de guaperas, que sabe reírse de sí mismo y desenvolverse dentro de la comedia, hasta el punto de que acaba pareciendo el único más o menos normal del disparatado y patético grupo humano que reúne «Quemar después de leer». Pero su ocasional posesión les deslumbra a ambos, y no se les ocurre otra cosa que ir a la embajada rusa a vender el material, convencidos de que el tan codiciado disco guarda vitales secretos de estado. No saben que sus quebraderos de cabeza no han hecho más que empezar, puesto que en esta tragicómica gamberrada el destino es burlonamente cruel y nadie se libra de la sátira de Joel y Ethan, que disparan a todo lo que se mueve en la pantalla.
Título Original: Burn After Reading.
Dirección, guión y producción: Joel Coen y Ethan Coen.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Música: Carter Burwell.
Intérpretes: John Malkovich, Frances McDormand, Brad Pitt, George Clooney, Tilda Swinton, Richard Jenkins.
País: EE.UU., 2008.
Duración: 96 minutos.
Género: Comedia negra.
«Es una historia acerca de personas de mediana edad», según Joel Coen. «Todos están pasando por crisis personales, profesionales y sexuales que pueden poner en peligro la seguridad nacional», adelanta el director.
Se usaron varias casas de Brooklyn Heights para rodar la opulenta residencia donde viven los Cox, el ex agente de la CIA y su mujer, a la que la decadencia de éste no le importa porque mantiene una aventura con Clooney.
Joel y Ethan Coen escribieron el guión casi en la misma época que el de «No es país para viejos». En este caso, sin embargo, eligieron utilizar a viejos conocidos de la profesión para figurar en el reparto. Ethan lo explica con claridad: «Se nos ocurrió escribir papeles para actores que conocíamos y que podían funcionar muy bien juntos, como George Clooney, Richard Jenkins, Frances McDormand y Brad Pitt». Su hermano Joel apunta: «Habíamos trabajado con George y Richard en dos ocasiones, y con Fran, al menos en cuatro. Son actores que nos inspiran a la hora de escribir papeles. No habíamos trabajado con Brad ni con John Malkovich, y escribimos el papel de John específicamente para él. Lo pasamos muy bien».
Por lo bien que se lo pasaron escribiendo los hermanos Coen tienen un especial cariño a sus personajes aunque reconocen que son «auténticos pedazos de alcornoque». «Les pedimos a los actores que encontraran al alcornoque que llevan dentro», bromean. Cada uno de ellos atraviesa su crisis bien sea personal, bien sexual o profesional. El fracaso profesional o el culto a la físico se entremezclan con todo el trama montado alrededor de un simple CD.