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Juanjo Basterra Periodista

Las consecuencias de la avaricia las pagamos todos

Los engranajes del capitalismo feroz o neoliberalismo, en su versión moderna, están colapsados. Cuando ocurre eso, los gobiernos se alían con los poderosos, con los ricos. Inyectan dinero público a los grupos financieros privados, pero no establecen mecanismos directos que vigilen su destino y su uso. Tampoco establecen actuaciones que puedan beneficiar al conjunto de las personas, que son, en el fondo, las que están contribuyendo a paliar la hecatombe capitalista mundial.

Las ansias por controlar el poder y la avaricia ilimitada confluyen en este mundo imperfecto en el que sólo los ricos y los poderosos tienen abiertas las puertas del éxito. Que nos va mal, metemos nuestro mano enfundada en un guante blanco en las arcas públicas. Así, su mala gestión la tenemos que llevar a nuestras espaldas. Se calcula que ya son más de 1,5 billones de euros los que se han inyectado al sistema para ofrecer liquidez. Con esa cantidad se eliminaría el hambre en el mundo. Creo que no hay mayor crisis que ésa y no se actúa con la contundencia actual.

Recuerdo un pequeño ejemplo, ahora que se pide unidad para salvarnos de la peor crisis mundial. Ocurrió con la planta de Aceros de Llodio, luego Acenor y después Sidenor. Con el cambio de nombre, la empresa debía aportar una suculenta cantidad -sobre unos 100 millones de las antiguas pesetas- al Ayuntamiento de Laudio por las plusvalías que generó. Un ex concejal del PSE y sindicalista destacado de UGT se mostró como el mayor defensor de la empresa y alarmó indicando que si la empresa tenía que hacer frente a esos fondos se vería en la obligación de cerrar. Tamaña amenaza puso los pelos de punta a muchos trabajadores, que desde inicios de los ochenta se encontraban ya sumidos en una crisis importante y un goteo de expedientes de regulación. Al final, las arcas municipales se quedaron sin esos ingresos para todo el pueblo y Sidenor, como todo el mundo sabe, cerró la planta en Laudio y también otras, y fue privatizada.

Ahora nos va a pasar igual, nos van a meter mano a nuestros bolsillos para salvar a los ricos y después dirán que nos ajustemos el cinturón. Ya basta.

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