Último día de fiesta para los kurdos de creencia yezidí de irak
Los fieles de este credo milenario celebran su «Semana Santa» a pesar de la limpieza étnica a manos de islamistas radicales y del temor a una inminente invasión del Ejército turco.
Karlos ZURUTUZA
Apenas había sitio para aparcar en los alrededor de Lalish, el templo sagrado de los kurdos yezidíes. Nada extraño ya que era el última día de la Jama, la primera semana de octubre, durante la cual miles de fieles se congregan en este santuario al norte de Kurdistán Sur.
Durante siete días cantan, bailan, rinden culto al sol y a los elementos y pasean la estatua de Malak Tawus, el pavo real sagrado que es su figura central.
Azad es un joven yezidí de Shinjar, una región situada en la frontera de Siria cuya capital administrativa es Mosul. Para poder recorrer los escasos cien kilómetros que separan su residencia hasta este lugar ha necesitado más de tres horas y se ha identificado en 17 puestos de control, tanto kurdos como iraquíes.
«Mosul es hoy la ciudad mas peligrosa de Irak, más que Bagdad o Kirkuk», asegura este joven en un inglés que aprendió trabajando para las fuerzas de la coalición.
No en vano, muchos de los aquí reunidos perdieron algún familiar el año pasado en el atentado más brutal desde que empezara la guerra: cuatro camiones bomba acabaron con la vida de 600 civiles, la mayoría yezidíes. Así se inclina la balanza demográfica en una región donde la proporción entre árabes y kurdos era de 50 y 50 hasta hace no mucho.
Pausa en la persecución
Aparentemente, nada recuerda hoy la terrible persecución a la que se ven sometidos los aquí reunidos. Las familias visitan la red de galerías bajo el templo principal y anudan pañuelos de colores para pedir un deseo; los niños corretean descalzos entre árboles que está prohibido talar y el resto se congrega en los numerosos manantiales a los pies del monte Ararat.
Muchos de ellos han dormido en cuevas o al raso durante toda la semana. A pesar de todo, las noticias que traen los visitantes ocasionales corren de boca en boca por lo que incluso en este rincón perdido de Mesopotamia resulta difícil desconectar de la guerra.
«Dicen que los turcos están preparando una invasión todavía mayor que la anterior», dice inquieto Kadir, un camionero de Akre que se ha tomado dos días libres para descansar en el valle.
La propuesta lanzada por Ankara al Gobierno Autónomo de Kurdistán Sur para «unir fuerzas contra el terrorismo del PKK» no tranquiliza, en absoluto, a este veterano de la guerra contra Saddam: «Al final harán lo que les dé la gana pero nadie les podrá reprochar el no haber usado la `vía diplomática' antes de bombardearnos».
Y es que todo apunta a que un ataque turco a gran escala no muy lejos de aquí es más que inminente. Los cinco policías muertos en Diyarbakir (Kurdistán Norte) la semana pasada junto a los 17 soldados (62 según el PKK) abatidos en la«fronteriza» Hakkari, constituyen un duro golpe para los generales autoerigidos en defensores de la república kemalista.
Nuevas amenazas de Ankara
Sin ir más lejos, el Parlamento turco aprobó una propuesta el pasado miércoles para prorrogar durante un año más las «acciones transfronterizas en suelo iraquí», algo que, presumiblemente, se llevará a cabo antes de que las montañas kurdas se cubran de nieve. Ankara no ha olvidado el fracaso del pasado invierno, así como el hecho de que el próximo marzo haya convocadas elecciones regionales.
«Estamos hartos de los árabes y de los turcos», se queja Nujin, una kurda yezidí de la vecina Badre. «¿Qué tenemos que hacer para que nos dejen en paz? ¿Desaparecer del mapa? Esta claro que sí», se queja amargamente esta mujer.
El lunes pasó por delante de una de las seis bases militares con las que cuenta Turquía en suelo de Kurdistán Sur para llegar hasta aquí. Hoy tendrá que volver a hacerlo de camino a casa.
A las cinco de la tarde se procede a encender las velas distribuidas por todo el valle. Arden gracias al aceite que se conserva en las tinajas de las galerías bajo el templo principal de cúpulas cónicas. Una hora más tarde, miles de luces brillan como luciérnagas en la noche cerrada: «una nueva luz para una nueva vida», dicen. Aunque la mayoría se conforme con poder volver a Lalish el año que viene.
De los yezidíes se dice que todavía conservan la religión original del pueblo kurdo. A pesar de haber sufrido la influencia de otros credos con el paso de los siglos, los orígenes de este culto se remontan al año 2000 antes de Cristo.
Creen en un único dios, Khuda, pero la mayor parte de su rito gira alrededor de Malak Tawus, el ángel caído representado por un pavo real. Según los expertos, éste ha de entenderse como un símbolo solar, pero sus vecinos árabes los han masacrado durante siglos bajo el pretexto de que quienes practican esta religión son «adoradores del diablo».
Los yezidíes siempre han negado dicha acusación, y afirman que «Dios creó al hombre para cuidar los elementos».
Se calcula que actualmente viven alrededor de 500.000 kurdos yezidíes en Kurdistán Sur y otros tantos dispersos por el Kurdistán bajo dominio turco, sirio e iraní y Alemania principalmente.