En bandeja de plata
Ines INTXAUSTI
Crítica de televisión
La pareja estable es un deseo al que aspiran muchos. Pero no todos. Yo quisiera llevarme con la mía -cuando menos- como lo hacían Jack Lemon y Walter Matthau. O en su defecto como Joseba Arreg(u)i y Andoni Unzalu. Éstos hablan el mismo idioma. Y además lo hacen bien. El euskara de ambos es envidiable. Y a muchos de los que aparecen un día sí y otro también en nuestra ETB les debería de dar envidia -sino vergüenza- hablarlo con esa propiedad y autoridad. Hablan en euskera divinamente. Otra cosa es cuándo hablan del euskara. El otro día, sin ir más lejos, aparecieron en Kalaka, una vez más, defendiendo el mismo perfil: personas que ante cualquier dilema, debate, asunto o problema argudian la misma defensa: vale, bien pero ETA no. Es una posición recurrente ante toda ofensa que más se parece al numantismo de Jimenez Losantos que a una actitud bipolar entre dispares. Seguramente es difícil encontrar perfiles tan parecidos al de Joseba Arregi como el de su propio escudero. Eso también es envidiable. Que uno solamente se parezca a sí mismo o a aquellos que quieran parecerse a él como siameses. En nuestro país hay muchísimas personas que piensan lo mismo que él. Pero se dejarían deshollar vivos antes que ir a la tele a pregonarlo. Por tanto, es necesario reconocer y contextualizar su arrojo y valía. El manifiesto del Partido Socialista sobre el euskera ha provocado no pocas erupciones en una sociedad tan plana en el aspecto lingüístico como la nuestra. Así lo reconocieron en Kalaka. Segura estoy de que se devanaron los sesos para elegir un colateral de Arregi contra el resto de seres vernáculamente sensibles que no fuera él mismo. Pero sólo encontraron un eco. Erre+erretorika. Da exactamente igual que se hable de botánica o de prostitución. La respuesta es: ¿y la ETA?. Por eso les digo. Hay mucha gente que cuando habla por la tele siempre se dirige a la misma persona. No piensa en una audiencia plural e impersonal. Se dirige a alguien del vórtice del agujero negro del pasado de sí mísmo. Pero si el espectador se fija en ese punto puede ser realmente divertido.