En el número 166 de la calle Torstrasse de Berlin, unos novedosos inquilinos han invertido temporalmente las viviendas del edificio. Un grupo de doce artistas ha transformado cada apartamento para adentrarse en una experiencia artística y sensorial.

La fachada de este viejo edificio, situado al este de la capital alemana, ha quedado vacío por el paso del tiempo y este grupo de artistas se ha dedicado a «renovarlo» para darle su propio estilo. Ejemplo de ello es la fotogénica obra creada por el japonés Chiharu Shiota, que cuelga el calzado sobre 13 kilómetros de hilo rojo.

Diferentes disciplinas

Los diferentes lugares de la casa han sido metamorfoseados por artistas de diferentes disciplinas, desde la arquitectura y la escultura, hasta la ciencia acústica y olfativa, la música o la moda. Pilas de lavabos encaramadas sobre cuatro bañeras, o gigantescas burbujas de plástico inflables que ocupan todo el volumen de una habitación son algunas de las curiosas obras que se pueden visitar en esta peculiar exposición.

«Los artistas invitan a las personas a descubrir su propio universo», por lo que la afluencia de gente es de 50 visitantes por hora, unas 10.000 personas desde que se abrió al público el 27 de setiembre. Torsten Baumbach, que participa por segundo año en este proyecto, aseguró que vuelve a esta muestra con el objetivo de «descubrir más cosas», y porque «esto es mucho más divertido que un museo».

«Queremos activar todos los sentidos y crear un universo de experiencias en cada apartamento», explicó Jaana Prüss, una de las comisarias de la exposición.

En el tercer piso del edificio, se puede observar una obra que es casi imposible acceder a ella ya que está situada en una habitación llena de hilos negros que crean una especie de liosa tela de araña. Un vestido de novia y una vieja máquina de coser componen esta estética obra de Chiharu Shiota.

El alemán Harald Smykla juega con la visión de las personas, empleando un arsenal de proyectores para crear juegos luminosos. El pop-art es el protagonista de la creación de la canadiense Laura Kikauka, donde un busto sin cabeza está colocado en un baño-cafetería y las lámparas están fijadas sobre conservas de salchicha. «Es mitad irritación, mitad ocio», explicó la artista de 45 años.