Camacho supone todo un experimento de riesgo para un equipo como Osasuna. Lo es en lo económico, por motivos evidentes de caché. Lo es en lo social, porque para la parte más animosa de la afición rojilla Camacho nunca ha resultado un personaje simpático. Lo es también en cuanto a su trayectoria personal, porque parece complicado que el reto de salvar a Osasuna ilusione a un entrenador que ha pasado por mundiales, por España, por el Real Madrid y por el Benfica, y también porque ha protagonizado algunas «escapadas» sonadas. Y lo es también por la parte deportiva, que al final va a ser la que decante el éxito o el fracaso de la idea.

Camacho entrena como jugó, es decir, con una propuesta que se apoya más en la «testiculina» que en las cuestiones tácticas. Sus intervenciones como comentarista televisivo en la pasada Eurocopa, donde se retrató como un hooligan y no como un experto en el juego, muestran su forma de ser y de entrenar. No hay duda de que con su fichaje Izco trata de estimular esta importante parte del juego, en la que Osasuna presenta un déficit evidente en los últimos tiempos. Camacho tratará de sacudir una apatía que nacía en el terreno de juego pero se estaba transmitiendo a la grada en los últimos partidos de modo preocupante.

El presidente rojillo probablemente pretende emular el éxito logrado hace tres años con el mexicano Javier Aguirre, al que se admitían más dotes como motivador en el vestuario que como estratega en el campo.

Sin embargo, Camacho se encontrará con un plantel que no tiene nada que ver con aquella «furia» a la que puso nombre y apellido desde el lateral izquierdo del Real Madrid. Ziganda ha moldeado una plantilla de jugones muy capacitados para el juego de toque, pero poco solventes para los partidos de choque. El técnico de Larraintzar, pese al mal resultado de la campaña anterior, no sólo no rebajó su apuesta, sino que la dobló con más jugadores de escaso peso: Masoud o Ezquerro se unieron a los Juanfran, Font o Plasil. Al Cuco habrá que reconocerle que ha sido coherente con su filosofía del fútbol, quizás demasiado.

Habrá que ver qué puede hacer Camacho con el Osasuna de Ziganda. En el actual once rojillo, la furia sólo parece encarnada realmente en los dos laterales de Tajonar: Azpilikueta y Monreal. Y tampoco encontrará cohesión fácil en un vestuario con canteranos probablemente estupefactos y dolidos por el cese de Ziganda, dos iraníes, un checo, un francés, un húngaro, un suizo, un brasileño, un uruguayo, un portugués...

Si unos y otro no se acoplan, los apuros están servidos.