Movimientos en la derecha navarra
Madrid queda lejos hasta para entender a UPN
Ramón SOLA
Las tornas de la crisis UPN-PP han cambiado radicalmente desde la noche del viernes. En 1991, cuando se engrasó la fusión, los procedentes de aquella ensalada de siglas (AP, UDF, PL...) suponían un tercio del total del nuevo UPN-PP. En estos diecisiete años no ha habido forma de medirlos, porque nunca se planteó conflicto alguno. El viernes sí se pudo, y el resultado no pudo ser más claro: 163 con Sanz, 5 con Rajoy y 12 no-saben-no-contestan.
La letra pequeña del escrutinio también fue reveladora. Los cinco noes eran los cantados de antemano, los que no podían faltar, los que desembarcaron desde el PP hace casi dos décadas y están ya en la recta final de su carrera, como Ayesa, Pérez Lapazarán o Palacios. Nadie más. En la abstención se situaron Cervera o Salvador, obligados de alguna forma por su condición de diputados del Grupo Popular. El resto se alineó con Sanz pese a las presiones del PP, de su primo de Zumosol mediático de Madrid y de algunos opinadores de la derecha local que hasta ahora parecían poderes fácticos. Entre los fieles estuvieron las nuevas generaciones -Barcina, Catalán, García Adanero, Sayas...- que no han conocido otro carnet que el de UPN, pero también veteranos que tenían que elegir entre su padre y su madre, y lo han hecho con unanimidad abrumadora.
La votación le ha dado la vuelta a la tortilla. Si hasta el viernes parecía ser UPN quien tenía motivos para preocuparse, ahora la alarma ha cambiado de acera. Aunque le sobre dinero y presencia mediática, las dificultades del PP para volver a levantar un partido con esos cinco noes del Consejo Político son evidentes. Además, su capitán, Jaime Ignacio del Burgo, ha anunciado su retirada de la política y dilapidó la credibilidad que le podía quedar en la batalla imposible del 11-M. Y comenzar a abrir sedes y a expedir carnés reflejaría ante la opinión pública que es el PP quien se escinde. Seguramente lograría sin dificultades que UPN le apoyara en las estatales, pero en Nafarroa debería competir con mucha desventaja.
Por contra, Sanz parece ir descubriendo que la nueva situación quizás sólo da réditos. Los que se irían parecen casi menos que los que vendrán desde CDN, que tiene las horas contadas. UPN se soltaría lastres como Irak, el 11-M o la torpezas de Rajoy. Y tomaría una posición mucho más centrada, que es a lo que aspira cualquier partido que quiera gobernar.
Al parecer, nadie en el PP había previsto esto. Madrid queda lejos de Iruñea, hasta para entender a UPN.