Anjel Ordóñez Periodista
La burbuja farmacéutica
Como setas tras la lluvia en Urbasa asoman en estos tiempos de crisis los eruditos en esa compleja y resbaladiza (pregunten a Greenspan) materia que es la Economía. Quien no mueve pluma con suficiencia sobre este desplome de los parqués o aquel rescate financiero, pierde comba y se descuelga en la exigente pugna por mantenerse en el candelabro de la formación de opinión. Uno de esos augures de ocasión regalaba estos días en la prensa consejos sobre dónde y cómo refugiar el dinero de los inversores hasta que escampe. Farmacéuticas. Comprar acciones de las compañías farmacéuticas se le aparece como la providencial receta para curar del espanto a los capitales que no saben en qué madriguera meterse por miedo a toparse con el lobo. A estas alturas, todo el mundo sabe que los mercados están contaminados por productos financieros purulentos y que hay que buscar valores sólidos hasta que las aguas vuelvan a su cauce. ¡Y el visionario nos habla de las farmacéuticas! ¡Como el dinero está enfermo, a la farmacia! Vamos a ver, ¿no habíamos quedado en que nos arrastramos por el fango del capitalismo por el extremo abuso que el neoliberalismo ha hecho de la especulación? Pues de la sartén al fuego.
Si algún sector se ha licenciado con honores en la carrera del lucro a costa de especular hasta el infinito es el farmacéutico. Esta industria acumula todas las maestrías en la ciencia de controlar, modelar y ajustar el mercado según las necesidades que en cada momento marcan sus codiciosos objetivos de rentabilidad. No les basta con disfrutar de un mercado asegurado -desgraciadamente, siempre habrá enfermos- sino que lo estiran y diversifican hasta el infinito. Y no seré yo quien diga (aunque lo piense) que fabrican enfermedades, pero está de sobra probado que elevan a esa categoría dolencias sin demasiada relevancia para poder así vender remedios que las curen. O que confieren el rango de epidemia a enfermedades que estadísticamente no lo son, para así embolsarse fortunas en vacunas universales. Por no hablar de los experimentos ilegales, la compra de científicos y gobiernos, la farisea política de precios... y una larga lista de oscuras prácticas que convierten a los desmanes de los tiburones de Wall Street en travesuras infantiles. ¿Para cuándo la explosión de la burbuja farmacéutica?