Cunde el catastrofismo en las filas de la derecha casposita. En «El Mundo», ayer, era Isabel San Sebastián la encargada de asustar al personal. Decía San Sebastián que «si los dirigentes de UPN y PP se han puesto de acuerdo en regalar Navarra a quienes quieren liquidarla, lo están haciendo a pedir de boca». Como para echarse a temblar desde la primera línea.

Adivina la columnista que los nacionalistas vascos se frotan las manos y que «en cuanto al ínclito Pepe Blanco, que vive para ver hundirse a su adversario como sea, es patente su satisfacción». Ya empieza Sanse a subir el tono: «Aquí no hay un bueno y un malo, sino dos torpes a quienes se les ha ido de las manos un asunto en el que nos va demasiado a todos. Nada más y nada menos que el gobierno de la Comunidad Foral; el único gobierno que garantiza la actual personalidad de esa región y, con ella, su militancia inequívoca entre quienes todavía creemos en España como una gran nación». Ya será menos...

Tampoco el del pim-pam-pum se libra hoy: «Rajoy ha elegido el peor momento y el peor escenario para sacar pecho de líder y demostrar lo que presuntamente manda en su partido. Azuzado por un Javier Arenas en funciones de bombero pirómano, se ha precipitado al lanzar amenazas de ruptura irreversible que cierran las puertas a cualquier componenda susceptible de salvar la cara a los dos protagonistas de la pugna». O sea, también en esto la ha pifiado. No levanta cabeza. Pobrico.

Y para Miguel Sanz reserva una sentencia: «Tampoco está dando la talla. En lugar de embestir al trapo de quienes aspiran a ser cabeza de ratón matando previamente al león, el presidente navarro debería mostrarse más humilde, tener cintura, y proponer soluciones aceptables para ambas partes».

No se pierdan la fórmula ideada por Isabel San Sebastián: «Por ejemplo, que sus dos diputados se pongan enfermos el día en que se voten los presupuestos, o que se ausenten al baño. Todo el mundo lo comprendería». No había leído una memez más gorda hace tiempo. O sea, que la solución es cuestión de aguas menores... o mayores. Así se entienden muchas cosas de la política en estos pagos.