Al Gore en Bilbo, invitado por Lakua
El nuevo adalid contra el cambio climático llegó, ¿convenció? y cobró
El nuevo adalid de la lucha mundial contra el calentamiento global del planeta, el Premio Nobel Al Gore, invitó ayer en Bilbo a los responsables de las principales empresas vascas a «pensar en verde» y apostar por las energías renovables como un prometedor negocio. Invitado por el Gobierno Ibarretxe, la presencia del autor de la película «Una verdad incómoda» se convirtió para Lakua en «una pregunta incómoda», por el secretismo sobre el coste de su visita.
Joseba VIVANCO | BILBO
«Al Gore pronunciará una conferencia en Bilbao», rezaba el miércoles un titular de un portal de noticias en internet; a su lado, a menor tamaño, se leía también: «Lavarse las manos con jabón salvaría millones de vidas, según Unicef». Ayer, en la capital bilbaina, el protagonista del día no era otro que el nuevo adalid de la lucha contra el calentamiento global del planeta; ayer, también, pero en el mundo entero, se celebraba la primera edición del Día Mundial del Lavado de Manos. ¿Por qué de la reflexión? Lo cuenta el veterano «hombre del tiempo» Manuel Toharia en el epílogo de su libro ``El clima'': «Es la contradicción que hay que denunciar, la hipocresía de las sociedades opulentas que se preocupan del cambio climático, en abstracto, y mientras asisten indiferentes a la pobreza extrema de muchos cientos de millones de personas en el resto del mundo».
Pero ayer, los cerca de trescientos selectos invitados a la conferencia anunciada por Al Gore no venían a escuchar nada sobre las jaboneras que podrían comprarse con un pequeño porcentaje de los beneficios de sus empresas, sino a dejarse convencer por el flamante Premio Nobel de la Paz 2007 de que hay que «pensar en verde» y no precisamente en la barra de un bar.
Tras divulgar su filosofía ambientalista en Amsterdam y de camino para hacer lo propio en Sevilla, Al Gore aterrizó en Euskal Herria en una visita de apenas unas horas -a las 11.00 llegaba al Palacio Artazar de Leioa y a las 16.00 tenía previsto su marcha-, pero que había tardado más de un año en fraguarse; tanto que sólo hace dos semanas confirmó su paso por la capital vizcaina.
Y como algunos han cuestionado desde que se tuvo conocimiento de su presencia, Al Gore vino, convenció (o no) y cobró. ¿Cuánto? El acto estaba organizado por el Ente Vasco de la Energía (EVE) y por el Ihobe, ambas agencias dependientes del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Lakua. «No tengo conocimiento de eso», respondía esquivo ayer un portavoz de la organización. «Además, no es un problema de si cobra o no, sino de crear una conciencia sobre un hipotético negocio que puede haber para las empresas vascas», se justificaba. O, como redondearon después fuentes de Lehendakaritza, el acto hay que contemplarlo como «una inversión, no como un gasto».
Secretismo absoluto sobre un desembolso que si alguna formación política desea conocer, invitaron desde el Gabinete de Ibarretxe, ahí está la vía de la pregunta parlamentaria.
Quizás no tengan que recurrir a ello PP o PSOE, porque ayer ambos ya sacaron sus propias cuentas. El secretario general del PP Iñaki Oyarzábal denunció que el «gasto ha sido el equivalente a la hipoteca de 500 familias»; el secretario general del PSE, Patxi López, por su parte, aseguró que Ibarretxe había financiado con «más de 200.000 euros» esta visita. Este último lo tildó de «bochornoso», un calificativo con el que no estarán de acuerdo sus compañeros de partido en el Ayuntamiento en Sevilla, que han pagado unos 120.000 euros por la presencia de Gore allí, después de pasar por Bilbo.
El Gobierno Ibarretxe también ha justificado la presencia del Nobel como una inversión en conocimiento para que la sociedad vasca conozca de primera mano las reflexiones de una personalidad como la del ex vicepresidente de EEUU. Pero lo cierto es que su mensaje directo apenas sí llegó a los cerca de trescientos selectos invitados a su conferencia, entre representantes de las más importantes empresas vascas, la banca y algunas caras conocidas del mundo de la política, principalmente de PNV y EA. Y es que algún medio de comunicación ya se había encargado de encuadrar esta presentación dentro de la precampaña de Ibarretxe.
Por lo demás, el acto en el Museo Guggenheim estuvo rodeado de un control riguroso, tanto que ni se permitieron grabar palabras ni imágenes de su conferencia -excepto los cinco primeros minutos sólo a través de las imágenes de ETB y las fotos de la agencia Efe- y la presencia de periodistas fue limitada. Incluso los medios de comunicación tuvieron vetada su presenciaa la recepción posterior con los asistentes en la propia pinacoteca.
Ser un referente mundial
En el fondo, todo apunta a que la inesperada presencia de Al Gore en Bilbo responde a la apuesta conocida del Gobierno de Lakua por posicionarse y abrirse un hueco en el futuro mercado de la investigación sobre el cambio climático.
El propio Ibarretxe aludió ayer a que la CAV aspira a ser «una referencia en la comunidad científica internacional» en la lucha contra el calentamiento global. Lakua hace meses que puso en funcionamiento el bautizado como BC3/Klima Aldaketa Ikergai, cuyo nombre oficial a nivel internacional es Basque Centre for Climate Change y que, presidido por el prestigioso economista británico Anil Markandya, pretende ser todo un referente a nivel mundial en los estudios y propuestas sobre esta materia.
El propio Ejecutivo corroboró ayer estas intenciones al tener que argumentar, ante tanta insistencia, que detrás de esa «inversión, que no gasto» en esta visita está el objetivo de asegurarse una futura cooperación con el Climate Project Spain. Es la fundación creada por el propio Gore, que, como nuevo «mesías» contra el cambio climático, se dedica a captar «apóstoles» por todo el mundo. Se trata, eso sí, de embajadores de sus ideas previamente seleccionados: así, mañana, en Sevilla, se sumará a su «ejército verde» el juez Baltasar Garzón, siguiendo la estela de otros personajes conocidos como Adolfo Domínguez, Agatha Ruiz de la Prada o Lucía Etxebarria.
Gore relacionó la actual crisis financiera con lo que denominó «crisis» climática, y dijo que mientras la primera comenzó por el «derrumbe de las hipotecas- basura», la segunda también sufrirá el «derrumbe de los activos de carbono-basura».
«Afrontamos la crisis más peligrosa de toda la historia de la humanidad y hay que evitar que saquen beneficio las empresas que se trasladan a regiones con menos límites en las emisiones de CO2», respondió sobre los topes fijados en la UE.
El ex vicepresidente estadounidense reconoció haberse vuelto «muy escéptico» respecto a la energía nuclear, y aunque dijo no rechazarla, también aseguró que no tendrá un papel destacado en la lucha contra el cambio climático.
Con el Museo Guggenheim como escenario -que parece ser ya visitó de manera privada el año pasado mientras participaba en un congreso en Asturias-, Al Gore fue recibido entre aplausos a su entrada al auditorio, guiado en todo momento de la mano de un inseparable Juan José Ibarretxe. Fue su anfitrión quien le agradeció su asistencia y su «aportación», subrayando el mensaje de que «la lucha contra la actual crisis financiera no puede relegar la lucha contra el cambio climático».
El propio Gore, que repitió hasta tres veces un amistoso «eskerrik asko» al inicio de su exposición, no dudó en compartir las palabras de Ibarretxe, con quien previamente ya había dialogado en privado durante media hora. Y ensalzó no sólo las políticas vascas en esta materia o la apuesta industrial por las energías renovables y que personalizó en las firmas Iberdrola y Gamesa, sino que alabó la «abrumadora» belleza del paisaje vasco y su vino, «famoso en todo el mundo».
Pero más allá del discurso protocolario, quien fuera vicepresidente con Bill Clinton y aspirante a la Casa Blanca insistió en la idea de que «la crisis económica no debe servir de disculpa para retrasar la crisis climática» y para ello defendió que, de cara a salir de este impasse financiero, un incentivo podría ser la apuesta por las energías renovables -puso como ejemplo el sembrar la costa europea y africana del Mediterráneo de placas solares-.
Un mensaje dirigido al mundo industrial y empresarial, que Al Gore lanzó, eso sí, después de haber detallado algunas de sus alarmas ya conocidas por su oscarizada ``Una verdad incómoda'' y a la cual un juez británico le sacó hasta nueve «mentiras». Desde la subida varios metros del nivel del mar hasta el deshielo de los polos, Al Gore llegó a asegurar que la realidad de las consecuencias del cambio climático se está situando en los parámetros más altos de las proyecciones que hacen los científicos. «Hay un 70-80% de posibilidades de que en cinco años desaparezca el hielo del Ártico en verano», aventuró, quizá sin saber que ya pasó cuando los vikingos descubrieron Groenlandia o que se repitió en el siglo XIX. Incluso amenazó con que el deshielo de esta gran isla -algo impensable según la propia comunidad científica- haría aumentar el nivel del mar seis metros.
Gore no olvidó su particular batalla contra el CO2 -otro tanto hizo con el uso del carbón-, al que responsabiliza de todos los males climáticos, y del que dijo que «está afectando a la relación entre la Tierra y el Sol». Se trata de un gas perjudicial en exceso en la atmósfera, pero no único culpable, pues el casi nunca nombrado vapor de agua -el que suele salir de chimeneas como la del cartel que ilustra ``Una verdad incómoda''- se calcula que es el responsable de dos tercios del total del efecto invernadero; el problema es que la comunidad científica no tiene ni idea de cómo se comporta.
El mensaje final de Al Gore en Euskal Herria fue que «la crisis climática sí es de verdad», pero aun así estamos a tiempo de «bajar el termostato» del planeta. Y abogó por no esperar a que nuestros nietos y nietas nos reprochen en un futuro: «¿De qué íbais?».
La solución, según Gore, pasa por cambiar los sistemas de producción de energía, y en este punto apostó por las energías renovables como la solar, eólica y geotérmica. Alabó, en este sentido, la apuesta de la CAV y sus empresas en esta línea.