El lehendakari había insistido en que el 25 de octubre a las 9,30 de la mañana estaría en su colegio electoral de Laudio votando sí a las dos preguntas de su consulta. Como es evidente, faltó a la cita. «Porque el Gobierno español lo ha impedido de una forma soberbia», dijo ayer en una entrevista. Ante esa «soberbia» y a la «parcialidad evidente» del Tribunal Constitucional, el lehendakari llamó a la ciudadanía vasca a que si se impedía la consulta se levantara una iniciativa popular para denunciar al Ejecutivo de Zapatero ante el Tribunal de Estrasburgo por violación del Convenio Europeo de Derechos Humanos y Libertades Fundamentales. Aquello iba a ser una gran «movilización pacífica desde el punto de vista social y muy activa desde el punto de vista jurídico y político», que serviría para «poner en la agenda europea el debate sobre el derecho de la sociedad vasca a ser consultada y a que su voluntad sea respetada». Dijo incluso que supondría «un test democrático a la sociedad española».

Ni consulta, ni denuncia a Estrasburgo. La primera se la impidió el TC. La segunda, los partidos a los que cedió la gestión de la iniciativa. El lehendakari estaba ayer en la Plaza de los Fueros de Gasteiz «como un ciudadano más» -según sus propias palabras- en una concentración colorista cuyo principal objetivo era ser fotografiada desde un helicóptero.

Cada cual es muy libre de defender como quiera sus principios y, por lo visto, hay quienes cuando son encerrados en una alambrada optan por mirar al cielo. Pero cabe preguntarse si el lugar del cargo institucional que puso en marcha la iniciativa de la consulta ayer pisoteada es dar dos pasos atrás y estar «como uno mas» mientras se agitan paraguas rojos, blancos y verdes al son del «Maite zaitut» de Pirritx eta Porrotx. ¿Era ése el liderazgo político y democrático prometido el 1 de setiembre en el Palacio de Miramar?