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Paul Nicholson Solano y Ainhoa Iturbe Suberbiola (*) Delegados de EHNE en la V Conferencia de La Vía Campesina

Agricultura campesina y soberanía alimentaria frente a la crisis global

Sólo la agricultura campesina alimenta a los pueblos, mientras que el agronegocio produce productos de exportación y agrocombustibles para alimentar a los automóviles en lugar de los seres humanos

El mundo entero está en crisis, una crisis de dimensiones múltiples, una crisis de alimentos, de energía, del clima y de las finanzas. Las soluciones que nos ofrecen desde el poder, más libre comercio, semillas transgénicas..., ignoran que la crisis es producto del sistema capitalista y del neoliberalismo y sólo profundizarán sus impactos. Para encontrar soluciones reales más bien hay que mirar hacia la soberanía alimentaria que propone la Vía Campesina.

En las últimas décadas hemos visto el avance del capital financiero y de las empresas transnacionales sobre todos los aspectos de la agricultura y del sistema alimentario de los países y del mundo. Desde la privatización de las semillas y la venta de agrotóxicos hasta la compra de la cosecha, el procesamiento de los alimentos y su transporte, distribución y venta al consumidor, todo está ya en manos de un número reducido de empresas. Los alimentos han pasado de ser un derecho de todos y todas a ser una mercancía más. Se están homogeneizando nuestras dietas en todo el mundo con alimentos que son malos para la salud, tienen precios fuera del alcance de la gente, y estamos perdiendo las tradiciones culinarias de nuestros pueblos.

A la vez, estamos viendo una ofensiva del capital sobre los recursos naturales, como no se había visto desde tiempos coloniales. La crisis de la tasa de ganancia del capital los lanza a una guerra privatizadora de despojo contra nosotros y nosotras, campesinos e indígenas, un robo privatizador de la tierra, el territorio, los bosques, la biodiversidad, al agua y la minería. Los pueblos rurales y el medio ambiente están siendo agredidos. La siembra de agrocombustibles en grandes monocultivos industriales es parte de este despojo, justificado falsamente con argumentos sobre las crisis energética y climática. La realidad detrás de estas últimas facetas de la crisis tiene mucho más que ver con la matriz actual de transporte a larga distancia de bienes, individualizado en automóviles, que con otra cosa.

Ahora, el surgimiento de la crisis de alimentos y la crisis financiera hace que todo se agudice. La misma crisis financiera y las crisis de alimentos están vinculadas a la especulación del capital financiero con los alimentos y la tierra, en detrimento de la gente. El capital financiero está más desesperado, asaltando los erarios públicos para sus rescates, los cuales van a obligar a todavía mayores recortes presupuestarios en los países y mayor pobreza y sufrimiento. El hambre en el mundo sigue su ritmo de crecimiento. La explotación y todas las formas de violencia, en especial contra las mujeres, aumentan. Con la contracción económica en los países ricos crece la xenofobia en contra de los trabajadores y trabajadoras migrantes, con creciente racismo y represión, y el modelo dominante ofrece cada vez menos oportunidades para la juventud en el campo.

En síntesis, todo va de mal en peor. Sin embargo, como toda crisis, genera oportunidades. Oportunidades para el capitalismo, que la usa para reinventarse y encontrar nuevas fuentes de ganancias, pero también oportunidades para los movimientos sociales. Entre las últimas se ubica el hecho que las tesis del neoliberalismo están quedando sin legitimidad con los pueblos, y el hecho de que las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial, FMI, OMC) están mostrando su incapacidad de administrar la crisis (además de estar entre las causas de la misma), creando la oportunidad para eliminarlos y construir otras instituciones de regulación de la economía global que sirvan a otros intereses. Está quedando claro que las corporaciones transnacionales son los verdaderos enemigos que están detrás de aquéllos. Está quedando claro que los gobiernos neoliberales no sirven a los intereses de sus pueblos. Y que el régimen mundial de alimentos controlados por las empresas transnacionales no es capaz de alimentar a la gran masa de personas en este planeta, mientras que la soberanía alimentaria basada en la agricultura campesina local es más necesaria que nunca.

Frente a esta realidad, en Vía Campesina defendemos la soberanía alimentaria. Echando al capital especulativo fuera de los alimentos, y renacionalizando la producción y las reservas de alimentos se ofrecería la única salida a la crisis alimentaria. Sólo la agricultura campesina alimenta a los pueblos, mientras que el agronegocio produce productos de exportación y agrocombustibles para alimentar a los automóviles en lugar de los seres humanos. La soberanía alimentaria basada en la agricultura campesina ofrece la solución a las crisis.

Frente a las crisis energéticas y climáticas: La diseminación de un sistema alimentario local, que no se basa ni en la agricultura industrial ni en el transporte a larga distancia, eliminaría hasta un 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero. La agricultura industrial calienta el planeta, y la agricultura campesina lo enfría. Un cambio en el patrón de transporte humano hacia el transporte colectivo y otro en los patrones de consumo son los pasos adicionales necesarios para hacer frente a las crisis energéticas y climáticas.

La agricultura campesina sostenible: Sólo la producción campesina agroecológica puede desvincular el precio de los alimentos del precio de petróleo, recuperar los suelos degradados por la agricultura industrial y producir alimentos sanos y cercanos para nuestros pueblos.

(*) Firman también el artículo Mikel Kormenzana Okeranza e Iñigo Etxebarria Elosegi, igualmente delegados de EHNE en la V Conferencia de La Vía Campesina, celebrada en Mozambique del 19 al 22 de octubre de 2008

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