Martin Garitano Periodista
La complicidad imprescindible
Nunca faltan en estos pagos noticias relacionadas con la práctica de la tortura. Desde la denuncia de las víctimas, los creíbles testimonios de cientos, miles, de personas, hasta los contundentes informes de los relatores especiales de organismos tan poco sospechosos de nada como la ONU o el Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa. Hasta ahí, hechos indiscutibles.
A la dantesca relación de ciudadanos torturados por los diferentes cuerpos policiales que actúan en Euskal Herria se suma, además, el silencio insoportable de quienes en privado reconocen tener la certeza de que el tormento es una realidad y en público, en tribunas parlamentarias o ante los medios de comunicación templan gaitas o terminan por aceptar las fantásticas explicaciones del ministro o consejero de turno. La tibieza es también cómplice, aunque sólo sea por omisión.
Pero lo que resulta imprescindible para que una recua de individuos infrahumanos aplique el protocolo de la tortura es la complicidad activa de quienes, al no atreverse -aún- a justificarla o exigirla, niegan la mayor, se burlan de la evidencia y despliegan sus poderosos medios para convertir a la víctima en verdugo.
No es preciso describir con palabras el retrato de Unai Romano -obtenido por funcionarios de prisiones a su ingreso en Soto del Real- tras su paso por las salas de interrogatorio de la Guardia Civil para saber lo sucedido. Pero hay que leer la explicación de los voceros de la democracia a la española para comprender la verdadera importancia de la complicidad. Leo en la página web de la Fundación para la Libertad -la de Nicolás Redondo, Teo Uriarte y compañía- que no hubo tales torturas, que «lo más probable es que fuera él mismo, auxiliado por diversos cómplices y colaboradores que además falsificaron documentos e informes médicos, y muy probablemente hasta la fotografía del escándalo». Hasta ahí la indignación por la indignidad.
Y la preocupación llega al leer en un medio alineado en el periodismo contrainsurgente que la Policía tenía dificultades para acceder al contenido de unas piezas informáticas incautadas a los últimos detenidos en Nafarroa. Aún incomunicados, el vocero se las prometía felices porque, aunque están protegidos por un sistema criptográfico del tipo PGP, «se confía en que, como ha ocurrido en otras ocasiones, los etarras colaboren y faciliten las claves». Son ya tantas las «ocasiones»...