Para ascender hasta lo más alto de un partido como UPN hacen falta muchos méritos, y Yolanda Barcina los ha acumulado de sobra. Esta licenciada en Farmacia saltó a la política en 1996 de la mano de Miguel Sanz y en 1999 se convirtió en la primera mujer en alcanzar la alcaldía de Iruñea, poltrona desde la que ha ido sumando puntos.

Al margen de las sonadas obras en su ático, se ha caracterizado por su animadversión hacia el movimiento popular, vecinal y abertzale. Acabó con el gaztetxe de Euskal Jai, con las txosnas sanfermineras, con las fiestas populares y olentzeros de varios barrios, con los restos arqueológicos de la Plaza del Castillo, con los históricos adoquines del Casco Antiguo, con la estela de Germán (luego fue repuesta), con el despacho municipal de ANV, y a punto estuvo de acabar con San Fermín Txikito, utilizando para ello la Policía Municipal como un cuerpo a su servicio. Reacia a condenar la dictadura, se opuso a cambiar los nombres franquistas de las calles y ocultó la placa de recuerdo a los fusilados por el franquismo en Iruñea. Su gran aliado para mantenerse en la alcaldía ha sido el PSN, partido que también sostiene a Miguel Sanz.