No escampa. Como la meteorología, Osasuna sigue soportando chaparrón tras chaparrón, mientras el paraguas de la victoria sigue atascado. Y el problema ya no es que el quitasol esté encasquillado por un defecto de fabricación, sino que quienes lo portan, de momento, no saben abrirlo.

Tercera tormenta de rivales directos -Sporting, Betis y Espanyol- que les cae encima a los rojillos, en esta ocasión en la cima de Montjuïc, que fue lo más parecido al Everest. Otro remojón y para casa, con el peligro añadido de que lo que empezó siendo un mero resfriado está tomando tintes de incurable neumonía.

Camacho no está siendo el antibiótico que algunos esperaban e incluso los síntomas del enfermo son cada vez más acusados, sin que el doctor murciano haya dado muestras de encontrar el antídoto ante tan lamentable cuadro médico. Cuatro tratamientos diferentes para otros tantos encuentros, con el resultado de una leve mejoría en Copa ante el Getafe, para volver a sufrir una nueva recaída en la jornada de ayer, muy en la línea del mal juego visto ante el Betis.

Osasuna está en la UVI de la clasificación cuando ya se ha llegado a un cuarto de competición disputada -4 puntos de 27 posibles-, con el peor inicio liguero de su historia en Primera División -nueve jornadas y aún sin conocer la victoria- y lo que es más preocupante, con la sensación de que la plantilla está muy tocada, tras comprobar que el cambio de técnico no ha servido de mucho y de que para algunos de ellos su futuro próximo se encuentre pendiente de un hilo.

De no ser que Camacho saque un conejo de la chistera, y ya ha probado con casi todo, a excepción del defenestrado Plasil, el inmediato porvenir se presenta muy negro. Pese a que a lo largo de la semana se venda la idea -ya lo comenzó a hacer ayer el técnico- de que lo mejor en estos momentos es enfrentarse a un grande, la visita del Atlético de Madrid este domingo no deja de ser muy inquietante y, de continuar los malos resultados, puede derivar en la demostración física del hartazgo de la afición en El Sadar.

Ya ni en defensa

Y es que tras lo visto, o mejor dicho, oído -la guerra de las operadoras televisivas evitó otro disgusto visual a prácticamente todos los hinchas rojillos- en el Lluís Companys no hay mucho margen a la esperanza. La escuadra navarra ya no carbura ni siquiera en aquel aspecto del que hasta hace no muchas jornadas podía alardear: su defensa.

Sin ser un torbellino ofensivo, el Espanyol, que tampoco pasa por uno de sus mejores momentos deportivos, se las apañó de sobra para poner en jaque a la zaga osasunista. Azpilicueta estuvo bastante despistado en los compases iniciales -de ahí vino el penalti, posteriormente fallado-, Roversio se vio obligado a abusar de las faltas y Miguel Flaño no consiguió despejar con garantías en la jugada que provocó el definitivo 1-0, en la que Tamudo le ganó en rapidez a Oier a la hora de empujar el balón.

Pero en el debe del trascendental lance no sólo hay reproches para la línea defensiva. Su inicio se produjo gracias a una pérdida de balón de Masoud en la medular, tras intentar un túnel a un rival. Está claro que lo que menos le hace falta ahora a Osasuna son florituras y el habilidoso jugador iraní, al que Camacho ya le advirtió de que debería cambiar su estilo, está jugando con fuego. Como el equipo, cuyos rivales ya están poniendo tierra de por medio.