Alvaro Reizabal Abogado
La Ertzaintza en «Goenkale»
No era la primera vez que veía escenas de intrépidos ertzainas que investigan crímenes interrogando a detenidos sin la más elemental de las garantías de defensa, la presencia de un abogado que les asista, pero lo que he visto esta semana es muy fuerte
No soy seguidor habitual de «Goenkale», el veterano programa de ETB que tiene, indudablemente, sus virtudes como la de ser en euskera o la de que aunque uno lleve meses sin verlo, a los pocos minutos puede subirse al carro y entender perfectamente de qué va la trama, al menos de lo fundamental. Puede encontrarse personajes nuevos, otros desaparecidos en combate o que parte de Arralde ya no es Orio, sino Tolosa, pero a pesar de todo seguir el argumento de los amoríos, cuernos, crímenes, delitos ecológicos o adopciones de menores, que de todo hay en la viña del señor.
También tiene defectos, como ese tufillo de culebrón sudamericano que impregna, incluso, el trabajo de los actores, pero no se puede olvidar el enorme éxito que esta fórmula televisiva tiene en todo el mundo y, como nosotros no íbamos a ser menos, pues ahí está nuestro euskokulebrón, que será como sea, pero es el nuestro y sirve para practicar el euskera y pasar el rato viendo un programa que pretende ser reflejo del acontecer diario de la sociedad vasca. Siendo el programa emitido por la cadena pública, es de suponer que lo que refleja es lo políticamente correcto, las cosas como deben ser, sin que pueda atisbarse intención de desacreditar a las instituciones.
Estaba el otro día intentando huir de las asediantes informaciones sobre la campaña electoral yanki zapeando, mando a distancia en ristre, a ver si en algún canal había algo que no fuera relacionado con el evento, cuando me encuentro con que en la cadena en euskera no hay un concurso, que los detesto, sino el anagrama de Goenkale, y como hacía mucho que no lo veía, me enchufé un rato, y me enganchó e indignó. No era la primera vez que veía escenas de intrépidos ertzainas que investigan crímenes interrogando a detenidos sin la más elemental de las garantías de defensa, la presencia de un abogado que les asista, pero lo que he visto esta semana es muy fuerte. Hay un personaje llamado Kevin que en el pasado estuvo en el reformatorio y trabaja en el hotel de siempre. El otro día, lo tenían en comisaría imputándole no sé qué crimen que el chaval decía no haber cometido. Ante la negativa de su autoría, el investigador decide someterle a un hábil interrogatorio. Sale del despacho y llama a un colega. Se reparten los papeles de poli bueno y poli malo, entran al despacho y se dedican a maltratar de palabra al pobre Kevin que llora desconsolado mientras el malo amaga darle golpes, le echa el aliento en la nariz y le llama homicida, algo que considera normal, teniendo en cuenta que los que pasan por el reformatorio son todos iguales y nunca se reciclan. ¿Propaganda de la necesidad del maltrato? ¿Divulgar que en los interrogatorios no tiene que haber abogado? Resulta impensable que esas imágenes no respondan a algo intencionado, por lo que aquél «a quien corresponda», quizá el Ararteko, debería tomar cartas en el asunto. Yo respondí apagando la tele.