Ofensiva militar cingalesa
Tiempos difíciles para el pueblo tamil
No corren buenos tiempos para el pueblo tamil, desde hace algún tiempo viene soportando tsunamis desencadenados por la naturaleza y una calculada estrategia de aniquilamiento desarrollada por los diferentes gobiernos de Sri Lanka. Y las consecuencias de la última ofensiva militar cingalesa pueden agravarse todavía más en las próximas semanas cuando se desencadenen las lluvias del monzón.
Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)
La determinación del pueblo tamil para construir su futuro no ha podido ser acallada ni derrotada durante décadas por lo que no parece probable una victoria militar cingalesa tampoco ahora, por lo que urge que la comunidad internacional impulse una nueva mesa de diálogo.
Tras el fracaso de las negociaciones para materializar un proceso de paz en la isla de Sri Lanka, los sectores más militaristas de la mayoría cingalesa se han impuesto y han desencadenado una ofensiva militar con la intención «de acabar militarmente» con la resistencia tamil.
Las maniobras del Gobierno de Colombo propiciaron hace tiempo una división dentro de las filas de los Tigres Tamiles de Tamil Eelam (LTTE), en las provincias del Este de la isla. Un antiguo dirigente del LTTE, conocido como «coronel Karuna», desertó e inició una campaña contra sus antiguos compañeros, que no dudaron en denunciar que el Ejecutivo de Sri Lanka estaba detrás de la maniobra. El tiempo ha dado la razón a la organización tamil, cuando hace unos meses Karuna era detenido en Inglaterra «por violar las leyes de inmigración», al intentar entrar con documentos falsos, probablemente proporcionados por el Gobierno cingalés.
La última prueba en la oscura colaboración entre Karuna y Colombo ha salido ala luz estos días, cuando el desertor ha sido «recompensado» con un escaño en el Parlamento de Sri Lanka. La escisión original se transformó en el partido político TMVP, que fue la coartada utilizada por el Gobierno para poner en marcha las elecciones locales en marzo y las de la asamblea provincial en mayo, presentando ambas citas como ejemplo de la «normalización» política de la región, hasta hacía pocos meses en manos de los militantes del LTTE.
La política colaboracionista, ligada normalmente a intereses particulares o a personales, no ha dado los frutos deseados, no al menos para la mayoría de la población tamil del Este de la isla. Los enfrentamientos dentro del TMVP entre los partidarios de Karuna y del actual dirigente del partido, Sivanesathurai Chandrakanthan, se han sucedido en los últimos meses, y la situación de la zona es de, según denuncian observadores extranjeros, una sucesión de «secuestros, muertes extrajudiciales, ataques sexistas, corrupción...».
La población en la zona ha mostrado su rechazo a esa situación, consciente de que lejos de alejar la guerra, la política del TMVP es la plasmación del mandato de los «señores de la guerra», marionetas del Gobierno.
Esa falsa vuelta a la «normalidad institucional» del Este contrasta con los esfuerzos militares por acabar con la resistencia tamil en otras zonas de la isla, todavía controladas por el LTTE. Desde hace más de un año, sus fuerzas han sufrido importantes reveses, con parte del territorio bajo su control ahora en manos de las tropas de Colombo. En estos momentos, esas tropas parecen dispuestas a intentar un asalto contra dos de los distritos aún en poder del LTTE, Kilinochchi (capital administrativa del LTTE) y Mullatitivu, ambos en el Norte de la isla.
La respuesta del LTTE no se ha hecho esperar y sus militantes resisten firmemente los ataques del ejército de Sri Lanka, mientras otras unidades lanzan ataques en «la retaguardia cingalesa». Las pasadas semanas se han sucedido los ataques aéreos de la «Fuerza Aérea de Tamil Eelam» contra instalaciones militares cingalesas, las acciones con bomba en zonas comerciales y los atentados contra importantes figuras del establisment de Sri Lanka. Con esos ataques, las fuerzas tamiles quieren poner en tela de juicio el discurso oficial del Gobierno cingalés, y mostrar que ni siquiera la fortificada capital está a salvo de los ataques de la guerrilla tamil.
Por su parte, las medidas gubernamentales se asemejan cada vez más a una política de aniquilación del pueblo tamil. Por un lado, la ofensiva militar está dejando tras de sí importantes cifras de víctimas civiles y cientos de miles de desplazados. Pero, por otro, se han puesto en marcha «centros de acogida», que se asemejan a verdaderos campos de concentración, donde el control policial es absoluto y las restricciones de movimiento cada vez más importantes.
Además, no hay que olvidar la campaña de baja intensidad (con la colaboración del TMVP) que se lleva en el Este de la isla o las medidas contra la población tamil en la capital y alrededores.
Una de las claves del desenlace puede estar en los próximos mese en manos de India. En el pasado su papel se caracterizó por el rechazo generado entre las partes, sin embargo ahora los llamamientos para buscar una salida negociada al conflicto se han sucedido. Esta postura se explica en clave externa e interna.
La política doméstica india no atraviesa por un buen momento, la crisis producida por el pacto nuclear firmado con EEUU ha supuesto la salida del Gobierno de las fuerzas del frente de izquierda, dejando al Ejecutivo en una delicada situación. Y parte del apoyo que le queda, clave en esta coyuntura, proviene de los partidos tamiles del Estado de Tamil Nadu. En estos momentos, las muestras de solidaridad y apoyo a la resistencia tamil en Sri Lanka se suceden por parte de la clase política tamil en India, pero también se están recogiendo llamadas a una negociación desde los partidos de izquierda tradicionales indios.
Pero la actualidad el LTTE es una organización «terrorista» para Delhi, y en un pasado más reciente, como en 1995, el Gobierno indio se abstuvo de intervenir ante otra ofensiva militar cingalesa.
Los halcones militaristas de Sri Lanka no aprecian la postura del Gobierno de India, y rechazan cualquier llamamiento a reestablecer conversaciones de paz, y cualquier mediación en ese sentido la perciben como una «injerencia en los asuntos internos de Sri Lanka». Es evidente que Colombo no quiere testigos de su masacre contra el pueblo tamil.
En clave de política exterior, India intenta recuperar peso en la zona, consciente a demás de los recientes acuerdos de Sri Lanka con los gobiernos de China, Irán o Pakistán. Por ello, meditará mucho sus pasos, pues si el Gobierno cingalés se enoja, puede acabar perdiendo cualquier protagonismo en la región y éste puede pasar manos de sus adversarios regionales.
Este año se ha cumplido el 25 aniversario del «julio negro», cuando la mayoría cingalesa organizó pogromos contra la población tamil en toda la isla.
Las próximas semanas, los combatientes del LTTE seguirán haciendo frente a la ofensiva militar del Gobierno de Colombo, y las lluvias del monzón pueden ayudar a frenarla. Sin embargo, incluso una victoria militar momentánea de los militares cingaleses no solucionará el problema. La determinación del pue- blo tamil para construir libremente su futuro no ha podido ser acallada ni derrotada durante décadas, por ello sería iluso pensar que ahora la solución militar (sinónimo de fracaso en el pasado) pueda salir victoriosa.
Ante el sufrimiento intencionalmente ocultado del pueblo tamil, urge que la comunidad internacional ponga en marcha los mecanismos necesarios para que ambas partes se sienten nuevamente en una mesa y lleguen a acuerdos que pongan en marcha un proceso de paz.