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Raimundo Fitero

Los tirantes

Primero nos llegó una foto y posteriormente en los informativos de todas las cadenas aparecieron imágenes de la reunión de ZP con los jefes de los asuntos bancarios y allí se descubrió en ese lenguaje no verbal tan explícito, que el que parecía estar en su casa atendiendo a sus empleados era Emilio Botín y no el que dice ser el presidente del gobierno español. La gestualidad no engaña, y esa soltura de mantener los brazos abiertos por encima del respaldo del sofá, mostrando sus tirantes de color rojo de marca, son toda una lección de política económica aplicada.

La familiaridad y el aparente tono de compadreo no es nada más que una nota al margen. El capital está contento con sus empleados subalternos, por ello van a tomarse un café a los despachos gerenciales del gobierno y se dejan fotografiar junto a ellos. Yo diría que Botín le estuvo haciendo el examen de grado a ZP y le hizo repasar en voz alta lo que debía defender en la silla, taburete o la trona con babero en la que se va a sentar en una esquinita y sin armar revuelo en la reunión del grupo de capataces de la banca que se va a reunir este fin de semana en Washington. Además los objetivos de esta reunión son cómicos: refundar el capitalismo.

Los tirantes son un símbolo incrustado en el imaginario de la política, el periodismo y ahora las finanzas del estado español. No hace falta hacer ningún repaso, pero la disyuntiva a estos tirantes con la rojigualda, los colorines o el rojo de marca está en el cinturón de Cachuli, que dicho sea de paso cobra más en televisión que Roldán. La Pantoja da caché. El que va a necesitar cinturón, tirantes y arneses es el entrenador del Real Madrid, colocado en el disparadero por un equipo histórico, el Real Unión de Irun, que llegó al Bernabéu a hacerse fotos de familia y se han convertido en portada de periódicos y telediarios. Podríamos esforzarnos un pelín en los apelativos, glosar la hazaña, loar músculo y entrega. Solamente decir que el premio de estos jugadores por pasar la eliminatoria ha sido de unos mil euros por cabeza. Lo que se gasta cualquier jugador merengue en gomina por partido. El capitalismo se derrumba.

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