Oihana Llorente Periodista
Dicen que llueve y nos mean encima
Veinte años. Ésa es la trayectoria de Emakunde, entidad creada con el beneplácito del Parlamento de Gasteiz para diseñar e impulsar políticas de igualdad. Su fin esencial debía de ser la «consecución de la igualdad efectiva de mujeres y hombres en todos los ámbitos de la vida política, económica, cultural y social». Así rezaba, por lo menos, la ley que la vio nacer.
Dos décadas después, y demasiado lejos del objetivo marcado, Emakunde viste sus mejores galas y, arropada por conocidas mujeres como la presidenta del Parlamento Gasteiz, Izaskun Bilbao o la magistrada Garbiñe Biurrun, lanza proclamas de victoria. Sin embargo, cuando las partidas presupuestarias municipales en materia de mujer compiten con los fondos para la recogida de excrementos caninos, o los planes de igualdad de todas y cada una de las instituciones continúan llenos de bonitas palabras y de pocas acciones reales, hay poco que celebrar.
Pese a ser cierto que en el transcurso de estos veinte años la situación de la mujer sí ha avanzado en algunos ámbitos, estos méritos nunca han venido de la mano de las instituciones. Todos y cada uno de esos derechos adquiridos han sido fruto de la lucha del feminismo combativo, que entidades como Emakunde pretenden domesticar.
A las puertas del 25 de noviembre, día internacional contra la violencia hacia las mujeres, las instituciones han encontrado otra buena ocasión para descuidar sus quehaceres y apuntarse un tanto en una reivindicación que, a día de hoy, es ya caballo ganador. Todo parece valer para denunciar esta violencia, desde concursos de pintura a fotografías sonrientes tras la pancarta; pero ¿qué se hace por evitarla? En lo que va de año, ya son cinco las mujeres asesinadas por la violencia patriarcal; y otra ciudadana vasca ni si quiera se sabe si está viva o muerta.
Lluvia que va calando. Ése es el mensaje que envía Emakunde. Pero, más que llover, con la que cae, parece que nos mean encima. Y ni si quiera nos ofrecen paraguas.