Jakue Pascual Sociólogo
Los niños del maíz
Antes los niños sólo causaban desconfianza en las películas. Eran pequeños totalitarios en el pueblo de los malditos y «aquel que camina entre sus filas» les empujaba a derramar sangre. La pregunta del cine susurraba un absurdo porque, en definitiva, ¿quién puede matar a un niño?
Un grupo de chavales se acerca a una señora y uno de ellos, el más gracioso, le espeta un «¡uh!» en plena cara. La mujer da un brinco y estallan las carcajadas.
Antes los niños sólo causaban desconfianza en las películas. Eran pequeños totalitarios en el pueblo de los malditos y «aquel que camina entre sus filas» les empujaba a derramar sangre. La pregunta del cine susurraba un absurdo porque, en definitiva, ¿quién puede matar a un niño?
Happy slapping. El bluetooth distribuye el tortazo feliz entre los celulares y las redes P2P lo difunden por el ciberespacio. Un camarero muere de una paliza; realizaban un documental, declaran los muchachos. La videocolleja dirigida contra el viceprimer ministro laborista deja sin efecto la ley contra la pequeña delincuencia. La blogosfera de las aulas interconecta Japón con Medina del Campo. En A Coruña un grupo de jovenzuelos registra en sus móviles una paliza: «Dale más, que va a tener su peso en oro». Reality show de pequeños paparachis en busca de una cruel exclusiva. Reconocimiento, violencia e imagen. Una réplica del capitalismo que todo lo engulle con su individualismo, dinero, consumo y competitividad. En la anomia, cuando no hay autoorganización de base, las frustraciones son excretadas con rabia.
Para la ministra finesa de interior algo huele a podrido. Dos masacres en centros de estudio atestiguan «odio a la raza humana». El jefe de la sección pandillas de la OEA las confirma como problema de «salud pública». En Ripollet un menor culpa, él sólo miraba mientras otro cortaba el cuello a una chiquita. En Hondarribia el bullyng precipita la tragedia desde la muralla. En Ermua atropellan, queman el pelo y mean sobre una jovencita. Y un botellón arrasa en Gasteiz una exposición. Según el director, «cien- tos de personas se lo pasaron de miedo». «El alcohol me desinhibide» (sic). You Tube lo atestigua.
Sólo a un 35% le gustan los estudios. Disrupción en las aulas. Percepción engañosa, disminuyen los robos y se incrementan la virulencia, las agresiones sexuales y los ataques a las madres. Pero... ¿delinquen más o menos? Sin acuerdo. La familia y la escuela ya no trasmiten valores, la una no pone límites y la otra establece un régimen autoritario de competitividad. Los media distorsionan el sentido.
La tolerancia cero expulsa de las aulas a muchos jovencitos ingleses. Arcos de detección de armas en centros de secundaria gabachos. El director del instituto Abastos instala un lector de huellas dactilares y cámaras de videovigilancia en los váteres. La empresa C-7 establece la figura del coordinador de seguridad escolar. Un estudio descubre que tres genes detonan la violencia. El DRD2 se activa cuando el joven no come en familia.
El adulto se difumina en la era del niño generalizado. La psicóloga de Palma alerta sobre el riesgo que supone igualar la asimetría de responsabilidades entre adultos y menores, convirtiendo a los últimos en sujetos temidos. Detrás de las interpretaciones falta La voz de los adolescentes. Los jóvenes han desertado de autogestionar sus responsabilidades. Sin Auzolan ni Batzarre las aulas, los parques y las plazas donde se juntan seguirán reflejando la miseria heredada.