Las religiones «Made in USA» ganan peso en Centroamérica
Paredes pintadas con profecías como «Jesús está a punto de llegar», autobuses decorados con pegatinas que dicen «Dios me ayuda a manejar», ventas pirata de música religiosa, telepredicadores. Latinoamérica, y más concretamente Centroamérica, está dejando de lado a la Iglesia católica para dar paso a nuevas iglesias evangélicas, en su mayoría pentecostales.
Miren AYESA
El analista David Stroll calculó en 1980 que para 2010, el crecimiento de estas iglesias alcanzaría el 126,8% en Guatemala, el 66,5% en El Salvador y el 75,1% en Puerto Rico. A día de hoy puede decirse que estas cifras han sido superadas.
Las iglesias pentecostales tienen como objetivo predicar el Evangelio de Jesucristo y se basan principalmente en que el espíritu santo reparte dones a la iglesia y que como evidencia de ello, algunos de sus seguidores reciben dones como el de hablar en lenguas, profecías o realizar sanaciones milagrosas. Las personas que acuden a este tipo de iglesias se sienten tan cercanas a Dios que todo lo que sucede en sus vidas, tanto lo bueno como lo malo, es obra de él y por lo tanto, acaban viviendo una realidad sólo en torno a estas creencias. Es posible que precisamente una de las razones del éxito de estas doctrinas se halle en el deseo de la gente de tener esas experiencias individuales con Dios.
El auge en Centroamérica de las iglesias evangélicas surgió en la década de los 60 como oposición a la Teología de la Liberación, una opción por parte de algunos sacerdotes católicos que aboga por los pobres y la acción política. Esta llegada de nuevas creencias fue impulsada desde los Estados Unidos, y legitimada por el informe Rockefeller, como un contrapeso ideológico al comunismo. Debido a los conflictos armados en la década de los 80, estas iglesias crecieron aún más. Las grandes campañas evangélicas bajo la protección de los gobiernos de turno, junto a la situación de pobreza y violencia que sufría la gente, hizo que este tipo de iglesias proliferaran. Una vez puesta la semilla comenzaron a crecer y a dividirse de tal modo que hoy es difícil contabilizar cuántas existen.
Hoy en día muchas de ellas se han convertido en grandes transnacionales de la religión. Poseen colegios, universidades, medios de comunicación, sus pastores escriben en diarios nacionales y aparecen en televisiones, e incluso algunos se implican de tal manera en la política que dicen abiertamente a quién se debe votar. Según el ex miembro de una iglesia evangélica y licenciado en Teología Salvador López, «no sólo son cómplices de una realidad decadente de nuestros países, sino que no cumplen con la labor profética (refiriéndose al Jesús de la Teología de la Liberación) de llamar la atención a algunas autoridades como lo hicieron algunos predicadores como Martin Luther King, monseñor Romero e incluso Jesús». Son un instrumento para sectores que no quieren que haya cambios.
Teología de la prosperidad
Algunas de estas nuevas iglesias han adoptado una teología llamada de la prosperidad, que hace creer a los feligreses que si oran a Dios y ofrendan «voluntariamente» a la iglesia dinero, Dios se lo devolverá multiplicado. «Creemos que el diezmo es el plan financiero de Dios. No debemos robar a Dios de su porción, es decir, de los diezmos y las ofrendas» promulga la Iglesia Pentecostal Unida de El Salvador.
Así, han sido construidas megaiglesias, con sucursales por todo el mundo, con capacidad de albergar a miles de personas con administración propia, guarderías, y aulas de estudio. Algunos de sus pastores promulgan que «ser pobre es pecado» y que «el Espíritu Santo nos hace comprender que el dinero usado en la obra de Dios es como sangre de la Iglesia».
Las iglesias pentecostales están compuestas de todas las clases sociales, aunque la mayoría de gente es de clase media-baja, ya que les dan esperanzas de mejorar sus vidas. «Su marido dejará de beber si se acerca a Dios»,«dejarás las drogas por la gracia de Dios». Y muchos, lo hacen. Dejan sus vicios para pasar a ser siervos de Dios. Otros simplemente buscan una repuesta a sus vidas.
Los discursos de los pastores, adornados con música y baile, suelen ser más cercanos de los que puedan ser los de un cura de la Iglesia católica. Hablan de sus propias experiencias y de un modo más amigable y aunque a menudo sus discursos son vacíos y difíciles de comprender, lo cierto es que convencen a mucha gente. Ellos son los únicos aptos para interpretar la palabra de Dios y ésta es irrefutable.
En estas iglesias la única jerarquía que existe son los pastores que a menudo están ahí porque «Dios así lo quiso». Las mujeres no suelen ser pastoras y si lo son, hablan a otras mujeres sobre que es lo que tienen que hacer en relación a su pareja, siempre hombre por supuesto.
Cuando alguien entabla conversación con una persona evangélica, ésta no dejará de hablar de Jesús, Dios y de la iglesia porque esa es su misión: ganar almas para que el Día del Juicio Final, que está cerca, puedan subir al Cielo, ya que sólo el que sea miembro de su iglesia lo hará. Casi todas las iglesias poseen centros de aprendizaje e incluso de liderazgo para preparar nuevos pastores evangelizadores y esparcirlos por el mundo. Guatemala es uno de los mayores exportadores de misiones evangélicos desde donde parten hacia Estados Unidos, el Estado español, Chile, Argentina o incluso a países africanos.
Mientras los gobiernos continúan insertando dinero a los bancos y la Iglesia católica se preocupa más por el matrimonio entre personas del mismo sexo que por la pobreza, las iglesias pentecostales continúan atrayendo cada día a más gente en todo el mundo, en especial en Latinoamérica. Fabricando así personas dóciles y poco críticas con su entorno, más preocupadas por lo que Dios pueda pensar de sus actos que de las políticas que lleva a cabo su Gobierno. Se demuestra así la efectividad que tuvo en su día la exportación intencionada de esta religión.