HIMALAYA Exploración
Kang Nachugo, Primera a la pirámide desconocida
Los estadounidenses David Gottlieb y Joe Puryear ascienden en 5 días esta montaña de 6.735 metros enclavada en el valle nepalí de Rolwaling. Escalaron la arista oeste en estilo alpino.
Andoni Arabaolaza
No hace falta mencionar a estas alturas que en la cordillera del Himalaya todavía hay un sinfín de picos vírgenes por debajo de los ocho mil metros de altura. Hay mucho, bueno y más barato. Pues bien, con esa idea, la de salirse del guión establecido, la cordada formada por David Gottlieb y Joe Puryear se adentraba en el valle del Rolwaling (Nepal) con la clara intención de escalar una montaña todavía sin ninguna ascensión: el Kang Nachugo (6.735 m).
En declaraciones a GARA, el propio Puryear quiere incidir en la idea antes señalada: «Todavía hay un montón de cimas vírgenes en el Himalaya. Muchas en zonas remotas, otras están prohibidas y algunas no llaman tanto la atención porque son cimas subsidiarias. Todavía hay que explorar y mover el culo. El valle del Rolwaling es increíble. Permanece poco tocado por el turismo, sin las extravagancias de algunas regiones vecinas como la del Khumbu. Es igualmente bello, pero transmite auténtica sensación de lejanía».
Hasta este gran y escondido valle se acercó el pasado setiembre la cordada estadounidense. Allí se presenta entre otros un pico que lo han visto anteriormente cientos del montañeros cada año. Una montaña que se levanta 3.000 metros desde el mismo valle. Se llama Kang Nachugo. En 47 días de expedición, los alpinistas realizan un muy buen intento a su cara sur, pero se vuelven con las manos vacías; es decir, sin cima. Después se decantan por una línea más segura, la arista oeste, y en ésta sí se llevan el objetivo, la primera ascensión a esta cima virgen. Fueron cinco intensos días de lucha, para una escalada que la realizaron en estilo alpino.
Para el 16 de setiembre ya se encuentran cerca del objetivo. Lo miran y lo analizan desde la aldea de Beding, un pequeño asentamiento sherpa, y se dan cuenta de que el objetivo tiene una pinta muy interesante. De dicha aldea se trasladan a la de Na, donde montan el campo base a 4.180 metros. Resoplan, saben que delante de sus ojos tienen 2.700 metros de pared, 1.800 de los cuales son de roca vertical. Las dimensiones, cómo no, empiezan a tomar su justa medida.
Llega la hora de la aclimatación, y Gottlieb y Puryear exploran la zona ascendiendo un par de picos de unos 5.000 metros de altura. Mientras están poniendo la maquinaria a punto, el mal tiempo, nieve y lluvia, hace acto de presencia. Tras analizar la nueva situación, finalmente deciden no perder más tiempo y energía, y se meten de lleno en la montaña que tenían como objetivo.
La pregunta del millón comienza a tomar protagonismo. ¿Por dónde escalar el Kang Nachugo? Barajan dos opciones. La primera, escalar la cara sur abriendo una línea directa pero muy técnica de roca con secciones de hielo y mixto. Y la segunda, ascender por la arista oeste, un filo estirado que corta la cima principal de la subsidiaria o Chekigo.
Intento en la cara sur
Un intento en la cara sur será la opción escogida. Escalan 1.100 metros en 14 horas seguidas, y de repente se ven que no hay un lugar asequible para montar un vivac. Finalmente, tallan una repisa en la nieve, de esas en las que las piernas están colgando, con mucho frío y ventisca. Según informa Puryear, esta primera parte de la escalada no fue la más dura: «Las primeras secciones eran de hielo con pasos escarpados de roca, pero con buenas protecciones. Las aristas, en cambio, eran mayormente de nieve y tenían pocos pasos de roca; en estas zonas las pendientes eran más verticales. Escalamos prácticamente sin atarnos la cuerda, en solo. Luego ya vino la hora de cogerlas. De vez en cuando metíamos algún pitón y tornillo de hielo, pero no eran del todo fiables. Después de 14 horas y más de 1.000 metros de escalada, llegamos al límite de nuestras fuerzas, y, por si fuera poco, no encontramos un lugar adecuado para montar el vivac. Pero tras hora y media de trabajo hicimos una repisa. Al día siguiente teníamos por delante 800 metros, los más difíciles de toda la escalada. Tras dos largos de cuerda, llegamos a la cresta donde termina la banda rocosa , y allí el terreno se complicó. El progreso era lento pero continuo, y hacia las 13.00 decidimos bajar cuando nos encontrábamos a unos 6.400 metros de altura».
Llegan al campo base, y necesitan recuperarse para otro posible intento a la cara sur. Pero los partes meteorológicos nos son nada buenos. Tras ese buen intento, la cordada estadounidense, visto que el tiempo no sería muy estable, se dirige a la segunda opción, la arista oeste. Aunque la veían bastante amenazadora, según Puryear, sabían que les permitiría subir con mal tiempo: «Sabíamos que la arista no era muy segura, pero era mucho más factible en caso de que nos pillara una tormenta. Era demasiado afilada, con muchas cornisas. Además, en caso de buen tiempo podríamos regresar a la sur para un intento más sólido».
Parten del campo base a las cinco de la mañana. La ruta escogida consta de tres partes: una primera de 500 metros de glaciar roto, una segunda de 600 metros de hielo y mixto y la tercera una larga arista con peligro de aludes. Así pues, se meten en una zona complicada de la pared sur, una línea que les llevaría a la arista que une el Chekigo y el Kang Nachugo. Las bandas rocosas les obliga a escalar una «arista» por debajo de una sección que le han llamado «El dedo medio del Destino», un serac solitario ya cerca de la arista. Llegan a ella, y organizan el vivac.
De nuevo otro vivac, y de nuevo otros de esos definidos de risa: «Comencé a cavar y al poco tiempo ya tenía una pequeña plataforma. Pero me di cuenta de que un golpe más y tenía un agujero con gran abismo. Miré hacia abajo, había miles de metros hacia Tibet... De repente, nos miramos con horror, y es que una cornisa cayó muy cerca, a escasos centímetros de nuestro anclaje».
A la jornada siguiente emprenden la marcha por la afilada arista, siguiendo el principio de lo que han llamado el «seguro Fairbanks»; es decir, si uno cae por un lado de la arista, el otro se tiene que tirar al opuesto. Todavía más problemas. En un momento de la escalada se topan con un vertical descenso, muy peligroso y precario. Lo intentan, pero se confunden, y al final se dan cuentan que tienen que bajar unos buenos metros por la escarpada cara sur. Último día de escalada, es el 17 de octubre: «Tenemos comida y gas para una jornada, y no queremos pasarlo bajo la tormenta. El tiempo todavía se deja y proseguimos. Estamos exhaustos y el avance es lento. La altitud también hace mella y, además, fallamos en la elección final. La arista se divide en dos, y cogemos el camino equivocado. Damos media vuelta, hacemos una travesía, emprendemos el camino correcto y a las 13.00 estamos en la cima. No hace demasiado viento y eso nos hace gozar de la vistas durante una media hora».
Tras la cima, llega el descenso. Un descenso bastante épico, ya que duró 24 horas acompañado de una fuerte tormenta. Apenas les quedaba comida y gas. Y sabían que se tenían que meter en la cara sur. Pero, ¿por dónde? Apenas veían algo, y es que la situación era dura con «viento y frío brutales». Ya empezaban a tomar en consideración posibles congelaciones. Gracias a las cámaras digitales que llevaban consigo, pudieron hacerse camino en el descenso; les fueron de gran ayuda. Clavos, stopper del nº 4, tornillos de hielo... y hasta 20 rapeles para llegar a la base de la montaña.
Así acababa la exploración de los estadounidenses Gottlieb y Puryear realizada en el Kang Nachugo, con un muy buen intento por su cara sur y con la primera a la montaña por la arista oeste. Y todo ello en 47 días de expedición.