Raimundo Fitero
¿Sin anuncios?
En unas declaraciones de la actual vicepresidenta del gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega ha señalado que ella, y hay que señalar esta cuestión de presentarlo casi como una opción personal y no de gobierno, está por una televisión pública sin anuncios. Inmediatamente viene el pero... «habrá que esperar a que sea posible ya que hay que buscar otras alternativas para la financiación de RTVE». Parece que, de momento, se van a restringir los minutos publicitarios en las dos cadenas estatales.
Aquí la duda viene inducida por si esta disposición a la desaparición de los anuncios en las televisiones públicas es una decisión tomada desde el análisis, la convicción y que nos lleve a entender de otra manera la propia televisión, o se trata de una jugada táctica para dejar más pastel publicitario a las cadenas comerciales de capital privado. La reivindicación constante de las cadenas privadas es precisamente que las públicas tienen doble financiación, la de los presupuestos generales y las de la publicidad, y que eso es una competencia desleal que en estos momentos de auténtica crisis que se nota, y mucho, en los gastos publicitarios generales de muchas empresas, pone a muchas cadenas, y a otros medios de comunicación, al borde del agotamiento financiero, cuestión que ha llevado a que se produzcan reestructuraciones en varias plantillas y que de no variar la tendencia bajista podamos ver acciones más contundentes en algunas de ellas en cuanto pasen los festejos del consumo navideño.
El camino hacia las televisiones públicas sin publicidad parece el lógico y el que haga soportable la existencia de las privadas, lo que a renglón seguido se deben plantear de arriba abajo las parrillas de las cadenas institucionales, y dejarse de programas basura y redefinir sus opciones con una clara vocación social y como servicio público entendido de una manera absoluta. Es una corriente europea que nos puede llevar a una dicotomía radical. La televisión de calidad y con poca audiencia y la comercial para las masas. Hay que aceptar el reto. Pero hay que buscar los equilibrios necesarios para no crear nuevas castas televisivas.