Josebe EGIA
Silencio cómplice
Mañana es el Día Internacional contra la Violencia de Género. Esta violencia contra las mujeres que es el pan de cada día y se produce en distintos ámbitos, como han denunciado en el Parlamento de Gasteiz organizaciones feministas y asociaciones de mujeres, a la vez que exigían la puesta en marcha real de recursos contra esta violencia en todas sus expresiones.
Hay un dato que ha hecho público el Departamento de Interior que resulta estremecedor: el tramo de edad que más mujeres agredidas aglutina actualmente -más del 52% del total- se sitúa entre los 23 y los 40 años. A su vez, especialistas en esta materia dejan claro que no existe un perfil ni prototipo de maltratador -los hay de todas las edades y en todos los estratos sociales- y son los que están dando la voz de alarma de que el maltrato de género está siendo protagonizado por chicos de 18 a 25 años. Algo estamos haciendo rematadamente mal para que una generación que, teóricamente, ha crecido en una cultura más igualitaria reproduzca los peores patrones masculinos de la cultura patriarcal.
No cabe duda de que la relación de los jóvenes y de los hombres en general con la violencia hacia las mujeres resulta muy compleja. Con independencia de su complejidad, se trata de una relación que afecta a todos los hombres, de forma directa o indirecta: hay demasiados hombres que practican la violencia. Mientras tanto, la gran mayoría de los hombres ha permanecido en silencio ante esta violencia y, con ese silencio, han permitido que ésta continúe. No se trata de culpabilizar a los hombres, ya que, incluso para los muchos que no la utilizan, sus vidas también se han visto profundamente afectadas por la construcción de esa misma masculinidad que entraña el uso de la violencia.
De todos modos, se puede apreciar una «complicidad» masculina en el modo que los hombres tratan a las mujeres: a veces con chistes y, otras, con conductas más degradantes. Quizás esa complicidad es una de las pocas formas que aprendieron para establecer camaradería entre ellos y, desde ella, se sienten seguros para ser aceptados por los demás hombres. Romperla puede poner en riesgo la amistad con los otros, y, sin embargo, es uno de los elementos necesarios para erradicar la violencia de género. Es necesaria la implicación de los hombres contra la violencia, rompiendo la complicidad entre sus machismos.
Desde esta perspectiva, es oportuna la iniciativa de Emakunde a través de Gizonduz para involucrar a los hombres de la CAV firmando la «Carta de los hombres vascos por la igualdad y contra la violencia de género». Quien quiera suscribirla puede hacerlo a través de la página www.euska di.net/gizonduz. El jueves la firmaron algunos parlamentarios y hoy el lehendakari presidirá en Bilbo un acto basado en este objetivo. Es de saludar el compromiso de los hombres que están firmando la carta. Está bien que los políticos la suscriban, siempre y que se trate de una postura de verdad, no vaya a pasar como con los alardes: mucha declaración y poco compromiso real.