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Juanjo Basterra Periodista

Pedir y despedir, dos verbos que conjuga siempre la patronal

Algunos no nos acostumbramos a las reverencias que los responsables de las administraciones públicas despliegan cada vez que se ponen en frente de un empresario o de una organización empresarial, como se vio en el 25 aniversario de Confebask. Lo hacen así porque, bajo su lógica, los empresarios son los que crean riqueza para este país y, por lo tanto, hay que tenerlos en «palmitas», mientras que los trabajadores miramos al cielo a ver qué nos cae. Creo que ya basta de tanta reverencia y pleitesía hacia los poderosos.

La riqueza de este pueblo la generan los miles de hombres y mujeres que cada día se levantan a las cinco de la mañana para ir al tajo o aquéllos que se pasan toda la noche delante de una máquina, un dispensario o un volante para poder llevar a casa a fin de mes cuatro euros para sobrevivir. Muchas veces ni llegan a casa, que es lo triste.

Nos acostumbramos a que cuando llega la época de vacas flacas, los empresarios sean los primeros que pidan financiación pública, de forma directa o indirecta. Quince años logrando beneficios récord y resulta que en cuanto asoma la crisis todos están muy mal. ¡Cómo estará quien cobra 750 ó 1.000 euros al mes! Si quienes ganan por encima de los 95.000 euros al año dicen que las pasan canutas, ¡qué será de los demás!

Pero, cuando un poderoso llama a la puerta, la Administración corre a darle cobijo, porque «son los que crean riqueza en este país». Les perdonan y derogan impuestos. Luego tenemos que escuchar cómo el diputado general de turno, en este caso José Luis Bilbao, te dice que la derogación del Impuesto de Patrimonio, que evitará que la hacienda vizcaina ingrese 100 millones en las arcas públicas, no afecta a los más pudientes, porque estos no pagan ese impuesto. ¡Vaya chiste millonario! De acuerdo, sr. Bilbao le corrijo: los pudientes no pagan ni ese, ni otros impuestos. Ni más ni menos. Eso sí, usted y sus compañeros de poltrona nos dirán que no tienen dinero para hacer frente a ayudas vitales para esos trabajadores que día a día se levantan a las cinco de la mañana pero, ante la crisis, los empresarios que crean riqueza para este país les mandan a casa, porque no hay trabajo. ¡Vaya cara!

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