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Jesus Valencia Educador Social

¿Dónde está «Erabaki»?

Han reiterado -con su cansino discurso de estos meses- que no están dispuestos a reconocer el error que cometieron. Ha quedado al descubierto, una vez más, la prepotencia española y el sometimiento de nuestros jauntxos

La asociación que mereció tan vigoroso nombre existió o fue un espejismo? Hay que desempolvar la hemeroteca para comprobar que, a comienzos de este año, fue concebida, gestada y alumbrada esta fugaz organización. Flor de un día, sueño de una noche de invierno, «Erabaki» nació un 18 de enero reclamando el derecho de nuestro pueblo a decidir. Todo hace pensar que la infeliz falleció en el momento del parto, pues nunca más se supo de ella.

Gozó de una vida efímera pero ostentosa. Su alumbramiento mereció la concurrencia y el aplauso de los distinguidos caballeros y de las exquisitas damas que conforman el largo cortejo del PNV. Nada que ver con el nacimiento de cualquier otro organismo popular. Estos, desde el seno materno, tienen que aguzar su caletre diseñando chapas, camisetas o pegatinas para poder financiarse. Y, cuando les es permitido, se desloman instalando txosnas y vendiendo kalimotxos desde el ocaso hasta el albor para poder subvencionarse. Ninguno de estos empeños merece una breve reseña de prensa. «Erabaki», por el contrario, concentró en torno a su cuna todos los medios y favores del PNV. Así y todo, nació y murió sin haber cumplido la tarea que se le asignara. Y no será porque se ha quedado sin contenido su encomiable misión.

El cacareado referéndum sobre el derecho a decidir ha sido uno de los ejes de la política española y vasca durante todo este año. Un proceso largo, previsible y asombrosamente ilustrativo. Ha dejado al descubierto el marco constitucional en el que nos movemos y el nulo espacio de maniobra con el que contamos. Ha reafirmado el carácter imperialista de la Constitución española y la voluntad unionista de quienes velan por ella.

El progresivo desinfle de la iniciativa ha evidenciado la mandanga que nos vendieron los autonomistas locales cuando aseguraban -sagaces ellos- que el camino era sinuoso pero acertado. Han reiterado -con su cansino discurso de estos meses- que no están dispuestos a reconocer el error que cometieron. Ha quedado al descubierto, una vez más, la prepotencia española y el sometimiento de nuestros jauntxos. Estos han ido moderando su voz y delatando a sus paisanos para ver si el Estado les concedía algún resquicio por donde salir airosos. Nada de nada. Ni referéndum, ni consulta, ni encuesta....La metrópoli no conoce la templanza ni los autonomistas la firmeza.

Llevan treinta años pactando con unos poderes que sólo los aceptan como colaboradores sumisos; y que compran muy a la baja sus favores. La fotografía aérea, en contra de lo que pretendía, expresaba la impotencia y desencanto de los arrebujados bajo las aspas del helicóptero. La consulta de Lokarri, a pesar del eco mediático y del respaldo de Ibarretxe, agudizó el esperpento.

Los gestores del referéndum han fracasado. Pero «Erabaki», si de verdad existe, no debería marchar al ritmo que le señala el PNV. Retome el anhelo soberanista de este pueblo y el desencanto de muchos de sus impulsores. Salga a la calle. Corte las humillantes alambradas y active a la sociedad para arrancarlas de cuajo. Aunque esta digna decisión le indisponga con Urkullu y Erabaki tenga que vender bocatas para poder sobrevivir.

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