Primer triple de la temporada
El Sadar vibra con un nuevo triunfo rojillo casi medio año después
Osasuna sacó mejor partido de un envite en el que se dieron cita un penalti en contra, una expulsión del rival y un autogol almeriense para firmar, en la duodécima jornada, su primera victoria liguera.
Natxo MATXIN | IRUÑEA
Nada menos que cinco meses y doce días han tenido que transcurrir para que se volviera a vivir una victoria rojilla en Liga. Durante ese casi medio año de sequía de resultados -El Sadar vivió un 2-1 frente al descendido Murcia el pasado 11 de mayo-, se ha vivido todo un periplo de desgracias y sinsabores que la afición se merece olvidar con un obligado cambio de rumbo del equipo después del triunfo cosechado ante el Almería.
Esa es la mejor conclusión que se debe extraer del primer y sudado triple de la presente temporada, no sin obviar que estuvo marcado por una serie de circunstancias extraordinarias. Éstas -superioridad numérica durante gran parte del choque, gol en propia puerta del rival y penalti en contra- no deben quitar mérito a un resultado que pudo ser bastante más amplio y que habría evitado los nervios finales si los rojillos no hubieran vuelto a caer en el lastre que supone su ineficacia en los metros finales.
A bote pronto, el aficionado todavía estará recordando las dos de Portillo -una incomprensiblemente fuera y otra al palo- y el mano a mano de Juanfran, que se dejó encantar por el brazo extendido con el que Alves salió a la desesperada, ya que envió el balón a su manopla cuando tenía toda la portería para él solito.
Pero ayer estaba escrito que Osasuna no podía seguir con esa mala racha que le había permitido ostentar el dudoso honor de ser el peor colista de los torneos regulares del viejo continente. Aunque los inicios hicieran pensar justamente lo contrario, cuando Megía Dávila comenzó a hacerse notar con un penalti en el que, es cierto, hubo agarrón, pero como los muchos que se producen a lo largo de un partido tanto dentro de una como de otra área.
Como el listón marcado ya era demasiado bajo, el colegiado madrileño puso el contrapunto en la jugada inmediatamente posterior al 0-1. Gilherme entró con demasiado brío y con el brazo muy arriba para golpear en la cara de Azpilicueta. Expulsión y todo un mundo por delante para jugar ante un adversario en inferioridad numérica.
Importante ventaja, que se vio acrecentada por la rapidez con que se alcanzó el empate, lo que evitó que la inquietud se adueñara de la grada a las primeras de cambio. Y encima, la diana vino de una jugada elaborada que aprovechó el resucitado Pandiani -una pena que deba volver a quedarse en el dique seco ahora que veía puerta-, no sin cierta colaboración de un Alves que se redimiría en posteriores lances del encuentro.
Hostilidades y balsa de aceite
Estaba claro que iba a ser un choque a base de latizagos porque del trepidante primer cuarto de hora con toda una serie de episodios que marcarían el devenir del envite se pasó a una fase de calma chicha y verlas venir. Un sosiego que nuevamente se vio alterado cuando los actores sobre el césped fueron conscientes de que llegaba la hora de retirarse a vestuarios.
Como accionados por electrodos, los sucesos más peligrosos se sucedieron en una y otra portería casi de manera concatenada. Entre las ya mencionadas de Portillo y Juanfran, que pudieron muy bien dejar sentenciado el duelo antes del descanso, se intercaló otra de Negredo, que afortunadamente no consiguió conectar su cabezazo con la precisión de quien ya lleva ocho goles en su haber.
Tras el merecido reposo de los guerreros, las hostilidades volvieron a dejar paso a la balsa de aceite. Un encefalograma plano se adueñó de las ideas rojillas, que tocaban una y otra vez el esférico sin conseguir taladrar el orden espartano impuesto por Gonzalo Arconada. Otra vez dos ocasiones esporádicas de los ayer desafortunados Portillo y Juanfran sacaron del letargo a los locales.
Fueron el presagio de otra de las jugadas claves, el autogol de Pellerano, que desatascó definitivamente el injusto equilibrio en el electrónico. Hacía mucho tiempo que Osasuna no burlaba a su última mala suerte, no sin la dosis obligada de sufrimiento final de quien lleva mucho tiempo sin saber manejarse con un marcador de su lado. El Almería apretó más de lo que los rojillos le debieron permitir y sólo el estreno goleador de Vadocz en el descuento trajo el alivio a las gradas.
La victoria ante el Almería no evita que Osasuna siga todavía en puestos de descenso, pero sí cede el indeseable testigo del farolillo rojo al Recreativo. La salvación se encuentra ahora a tres puntos, ya que es el Numancia quien está en el decimoséptimo puesto, con 11 puntos.
Camacho cumplía su partido 600 en Primera como jugador y entrenador y lo celebró con una victoria muy necesitada, no en vano Osasuna ha tenido que esperar hasta doce jornadas para estrenar su casillero de triunfos. Un triple «muy importante en una semana con muchos problemas, por lo que le ha ocurrido al presidente o las lesiones de Roversio y Molo».
En cualquier caso, y pese a lo novedoso del resultado final, el técnico murciano hizo especial hincapié en que los suyos no protagonizaron un encuentro muy diferente al de anteriores jornadas. «La única diferencia ha sido el premio del gol, que hoy (por ayer) ha entrado. El equipo se ha rehecho muy bien y hemos estado un punto por encima del Almería», reseñó.
«El gol para Osasuna está caro de hacer, pero no de fabricar. Si el balón acaba pegando en un poste o fallamos un penalti, no puedo hacer nada ante eso, seguir trabajando día a día y que no se desmoralicen los jugadores», perseveró.
Tras insistir en que «hemos ganado justamente», el preparador rojillo se quejó de que «prácticamente veo todos los partidos que se disputan cada fin de semana y hay muchos equipos que no trabajan ni la mitad que nosotros para ganar».
Gonzalo Arconada, por su parte, destacó la jugada de la expulsión de Guilherme «como un antes y un después en el partido». «Quitando eso, sí que es verdad que no hemos sido capaces de gestionar la salida del balón ni contrarrestar el juego directo de Osasuna», concedió.
Los jugadores de ambos conjuntos lucieron camisetas con el lema «No más violencia machista» y portaron una pancarta con idéntica reivindicación en los prolegómenos del encuentro, coincidiendo con el Día Inter- nacional contra la violencia hacia las mujeres.
Megía Dávila concedió en su acta arbitral el tercer gol a Nekounam, cuando en realidad fue el húngaro Kristianz Vadoz quien anotó la diana de la tranquilidad. Un último detalle del colegiado madrileño que no supo gestionar un encuentro en principio sin mayores problemas.
Pandiani se levantó su camiseta para mostrar la tripa cuando anotó el 1-1. Al parecer, en la retransmisión del derbi del domingo pasado, algún periodista de La Sexta dijo que el uruguayo estaba «gordo». El delantero tendrá que esperar a hoy para conocer el alcance de su lesión.