Juan Martínez de Irujo y Aimar Olaizola han dado un nuevo paso en sus carreras deportivas y volverán a disputar con todo merecimiento la final del Cuatro y Medio. Dos nombres siempre asociados al espectáculo y a la efectividad serán durante los siguientes días protagonistas absolutos de los medios, y si algún imprevisto no lo evita, se verán las caras, de nuevo, dentro de dos semanas. En esa ocasión habrá en juego algo más que una plaza en la final. La txapela, abandonada por su antiguo amo, busca dueño. Y ya es seguro que será para uno de ellos.

Lo cierto es que no estaba siendo el mejor año de ninguno de los dos pelotaris. El de Ibero, después de dos temporadas grises, volvía a tener opciones de entrar en una final. Y el goizuetarra, que hace un mes no sabía seguro si iba a jugar, estaba a siete tantos de llegar al último partido del torneo. Dos grandes noticias para cualquiera que aprecie la buena pelota.

El espectáculo estaba anunciado para ayer, y no defraudaron. El Ogeta, con aspecto similar al de una gran final, se convirtió en el escenario perfecto. La afición estuvo inconmesurable y el ánimo hacia los dos protagonistas no bajó en ningún instante del encuentro. Los habituales gritos en favor de uno u otro pelotari fueron una constante durante todo el encuentro, aunque por la cota de ruido, y realizando un análisis superficial, podríamos afirmar que Irujo movió ayer más gente que su contrincante.

A Juan sólo le valía el triunfo

Aimar llegó antes de lo previsto al tanto número siete, por lo que a Irujo sólo le valía ganar. El esquema mental del de Ibero no respondía a más impulsos y su objetivo era llegar al 22 antes que Olaizola. Cambió de mentalidad, volvió a ser el mismo pelotari efervescente de otras ocasiones y fue a matar. Pero se le vio más sosegado; intercaló esos remates arriesgados tan suyos, con tantos más elaborados. Irujo fue el mismo pelotari agresivo de siempre, pero se apreció una mentalidad diferente.

Olaizola, por su parte, infundía mucha seguridad, y sus finalizaciones de aire pusieron en más de una ocasión a todo el frontón de pie. Pero ayer Irujo era imparable. La defensa del goizuetarra era inmensa, pero no lo suficiente como para parar las embestidas del morlaco de Ibero que, aupado por su increíble ego, el buen estado de forma en el que está y los ánimos que le insuflaba la afición, clavaba todo lo que tiraba. «Hoy han dado todas encima de la chapa», así resumió el mismo Irujo la esencia de la pelota. Aimar, por su lado, se mostró contento: «Lo importante era estar en otra final, y ahí estoy» dijo.

El partido fue de 10; velocidad, ritmo y emoción. Más de uno firmaría ahora mismo que la final tuviera la misma dosis de espectáculo e igualdad que el encuentro de ayer. Difícil tarea, pero este año todo es posible.