La filtración de la dimisión del jefe de la Policía Foral, Alfonso Fernández Díez, ha destapado una crisis de profundo calado entre la dirección de este cuerpo y la de la Consejería de Interior del Gobierno navarro, de la que depende.

La noticia se conoció ayer a través de ``Diario de Navarra'', que detalló que la renuncia había sido comunicada por e-mail y denegada desde la Dirección General de Interior por el mismo procedimiento, lo que evidencia la deficiente comunicación entre ambas instancias.

Para terminar de rizar el rizo, el consejero de Interior, Javier Caballero, afirmó ayer en rueda de prensa que «a mí el jefe de la Policía Foral no me ha presentado la dimisión, ni tan siquiera el director general de Interior me ha transmitido que deba tomar algún tipo de decisión sobre esta cuestión». No obstante, admitió como «grave» la situación y también el hecho de que hubiera trascendido públicamente. «Se lo he transmitido a los interesados», añadió Caballero, que dio a entender que se había enterado de todo por la prensa.

«Discrepancias profesionales»

Ambas partes coinciden en no dar pistas sobre los motivos de las desavenencias. La dimisión de Fernández se justifica con el argumento genérico de «discrepancias profesionales». Al respecto, Caballero alegó que «en el día a día, en cualquier ámbito pueden existir malentendidos y diferencias de interpretación o de criterio sobre asuntos puntuales, pero en ningún caso afectan a la línea de fondo ni a cuestiones estratégicas».

En los últimos tiempos han sido notorias las diferencias de criterio sobre el papel que debe jugar la Policía Foral, a la que el Gobierno de UPN-CDN intenta implicar paulatinamente en las denominadas cuestiones de «orden público». En las pasadas fiestas de Berriozar, el afán de retirar una pancarta por los presos en un concierto promovido por el Ayuntamiento derivó en una carga policial con un herido grave, por lo que Javier Caballero debió dar explicaciones en el Parlamento.

En meses precedentes, la Policía Foral también protagonizó incidentes en Arrosadia, Gares o Arbizu, y ha realizado alguna carga en Alde Zaharra de Iruñea, actuaciones que históricamente habían correspondido a la Policía española y la Guardia Civil.

En el último comunicado de ETA había una referencia a la Policía Foral, o más concretamente al papel que le otorga el Gobierno navarro. La organización armada afirmaba textualmente que «dentro de ese proyecto fascista, al parecer quie- ren convertir la Policía Foral de Navarra en otra policía autonómica española», y se reclamaba «una reflexión» a los integrantes de este cuerpo.

Ex jefe de la Policía española

Esta asunción paulatina de nuevas funciones va en paralelo al incremento imparable de efectivos. La Policía Foral ha pasado de los escasos 200 efectivos con que contaba hace quince años a los casi 1.200 actuales.

Al frente de ellos se sitúa el jefe que ha presentado la dimisión no aceptada. Alfonso Fernández Díaz proviene de la Poli- cía española, ya que fue su jefe máximo en Nafarroa durante siete años. Su llegada al cargo se produjo, además, en 1996, justo en la fecha en que desde la comisaría de la calle General Chinchilla se impulsó una interminable serie de redadas contra jóvenes navarros acusados de kale borroka. Con ellas se conformó el mayor sumario existente en este ámbito, el denominado 8/97, pero el macropro- ceso se ha saldado una década después con penas leves.

Fernández dirige la Policía Foral desde 2005. En este periodo ha hecho un curso de ascenso a comisario general del Cuerpo Nacional de Policía, lo que provocó la queja de cuatro sindicatos por duplicidad de cargos.