Raimundo Fitero
Embargos
Existen decisiones judiciales que le colocan a uno en un lugar inhóspito donde no entran ni salen los vientos alisios ni las mareas producen algo más que una espumilla de burbujas efervescentes adosadas. Preguntaban a sus espectadores en «El Intermedio» en esa encuesta que tiene un eslogan coperiano, «lo que España vota va a misa», si preferían ser juzgados en los pleitos por un juez loco o por una cobaya inteligente, y claro, la respuesta fue a favor de la segunda opción, porque estamos acumulando motivos para desconfiar hasta de los jueces de línea. La pregunta venía a cuento de lo del juez Calamita, el que negó la adopción a una pareja de mujeres, y llegó a decir que «los hijos de gays o lesbianas son cobayas humanas». Así nos va.
Por cierto, se ha sabido que una magistrado en una carretera catalana, fue parada por los Mossos d'Esquadra y dio positivo en el control de alcoholemia y empezó a amenazar a los agentes esgrimiendo su condición de autoridad. Probablemente esa misma señora habrá empurado a docenas de conductores por mucho menos. Y así seguimos, con el excelentísimo señor don Baltasar Garzón asegurando que «la ignorancia y la mala educación desemboca en mala hostia». Exactamente, y él es un ejemplo de su propio aserto, aunque con otros aditamentos que no escribiremos porque conocemos sus malas hostias demasiado de cerca.
Todo lo anterior viene provocado por la decisión de un juzgado de solicitar a Tele 5 el embargo de la cantidad de dinero que le corresponde por contrato a Luis Roldán. Aquí no entramos ahora a depurar cuestiones éticas, ni a cegarnos con la repugnancia que nos produce ese sucedáneo de periodismo, de televisión no basura, sino directamente fecal, sino en las medidas cautelares que emprenden los juzgados convirtiendo a todos los ciudadanos en ejecutores de sus decisiones y sentencias. Si se pone de moda aceptar estas demandas de embargar los sueldos de los famosos televisivos, las cadenas se van a convertir en agentes judiciales o en delegados de la ejecutiva tributaria, cuestión que no se comprende viendo, por otro lado, la laxitud con la que dejan operar a otros sospechosos habituales, a los que hasta se acude en su socorro.