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Xabier Silveira Bertsolari

La crisis de los idiotas

Normalmente la patronal no consigue sus objetivos, los supera. O sea, que ya estamos empezando a prepararnos para trabajar diez (¿doce?) horas al día, cobrar un 25 por ciento menos y tener la seguridad laboral que tiene un peluquero de peces

El problema no es que somos idiotas, es que ellos se han dado cuenta. Así me lo hizo saber mi gran amigo y literato Igoa, y así me lo ha hecho ver la inmensa mayoría de la sociedad; ésa que siempre posee la razón aunque casi siempre sea a base de mentiras inventadas por unos pocos, que engullidas con glotonería por otros muchos sacian la necesidad de estupidez a la que tenemos enganchado nuestro enfermo cerebro. Víctimas y verdugos hacen equipo, digo, porque quien dispara no tiene más culpa que aquel que se pone a tiro o, como es el caso, más culpa que el aspirante a subnormal que corre al encuentro del proyectil. Si nos mean al ojo y damos gracias por habernos lavado la cara, ¿no nos merecemos un Dodotis usado para desayunar?

Aparecieron vendiendo sueños, que si te gusta conducir, que si Bardem tiene unos iguales, que los de Telecinco también se meten, y acabaron vendiéndonos la moto de que los pisos nunca bajan. Y es verdad, nunca bajan, es el ascensor el que sube. Decídmelo a mí, que nunca tuve.

Pero, y dejándonos de aforismos, cabe señalar que hasta el más listo del mundo se ha dado cuenta ya de lo obvio, que no es ni más ni menos que la mayor estafa de la historia. La más grande, sí, a mayor escala, la más gorda jamás imaginada. Escuché a un muy inteligente y tolerante señor decir en Intereconomía que era una imitación al tocomocho, una estafa simple y a la vez muy eficaz. Consiste en... Pero bueno, ¿qué os voy a decir yo que vosotros no sepáis? ¿No conocéis a nadie que se compró un piso diciendo que si algún día le fuera mal lo vendería unos millones más caro y ya está? Muchos, demasiados a los que les dije a tiempo que no lo hicieran, y ahora...

¿Y ahora? Ahora nos van a... No lo voy a escribir, pero os aseguro que si se hace sin lubricante puede llegar a ser mucho peor que lo de mearnos al ojo. Más que nada por lo del desayuno, que suele ser proporcional. Pero venga, p'alante, no nos desanimemos. Los empresarios ya hace unos meses que vienen pidiendo mayores jornadas laborales, reducciones de sueldos, de derechos, de plantillas... Y normalmente la patronal no consigue sus objetivos, los supera. O sea, que ya estamos empezando a prepararnos para trabajar diez (¿doce?) horas al día, cobrar un 25 por ciento menos y tener la seguridad laboral que tiene un peluquero de peces.

Y no es que lo desee, no jodan, es que nos lo hemos ganado a pulso. Nos roban los sueños, nos casan, nos secuestran a los críos y nos mandan a currar. Nos explotan, nos pagan una mierda, mayor mierda si la comparamos con sus sueldos, nos tratan como a ovejas numeradas, que todas empiezan por el número seis, nos venden coches, casas, ropas que no necesitamos para nada, nos dan basura para comer, nos la comemos, tenemos sed, cierran los bares, protesta uno y le pegan, luego hablamos mal de él... ¿Y por qué hablamos mal del único que se queja? Porque nosotros no hacemos nada y preferimos comer basura aunque sea a costa de ser una mierda. El animal más inteligente del planeta.

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