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Maite SOROA

Los pobres niños vascos

Si abren un domingo las páginas de «La Razón" y se encuentran un reportaje titulado «De la ikastola a ETA», pueden esperarse cualquier cosa. Si el bodrio va acompañado de una fotografía de Tasio Erkizia, el asunto coge peor pinta. Y si le agregan un comentario de Carmen Gurruchaga, decididamente no es su día de suerte.

El domingo ofrecían todo ello en el rotativo de la derecha ultramontana española. La tesis se sustentaba en un dato: «Txeroki y otros siete ex alumnos del batasuno Tasio Erkizia han sido detenidos por su relación con la banda terrorista». Si tenemos en cuenta que el bueno de Tasio lleva la friolera de treinta y tantos años impartiendo clases, pocos me parecen, la verdad. Y en su comentario, Carmen Gurruchaga soportaba el camelo con el reconocimiento de lo inevitable: «si la mayor parte de los niños que se educan en la comunidad autónoma vasca lo hacen en ikastolas, lo normal es que quienes llegan a ETA procedan de estos centros educativos, que están pensados para educar nacionalistas, no etarras». El razonamiento deductivo de Sherlock Holmes palidece al lado de tamaña constatación. Pero matiza mucho Gurruchaga verdad tan obvia: «Pero en algunos de estos colegios, los vinculados a la izquierda abertzale, se inocula a los infantes odio hacia todo lo español con una serie de mitos, alejados de la realidad o directamente falsos. Lógicamente, los padres más fanáticos son los que optan por este tipo de educación para sus hijos, a los que llevan a manifestaciones en contra de la bandera española, o a favor de los presos de ETA y de la propia ETA». Le falta agregar que en Navidad les regalan capuchas. Según Gurruchaga la solución es difícil porque «estos niños escuchan a sus progenitores comentarios sobre el `Gobierno fascista', los `injustos tribunales que juzgan y condenan a jóvenes patriotas vascos' o las `cárceles de exterminio españolas y francesas'». Les comen el coco, vamos.

Y el asunto sigue empeorando: «Además, juegan con los hijos de los amigos de sus padres que oyen lo mismo y van a la misma ikastola. Y al final, sucede lo inevitable. Pero, por suerte, es ínfimo, aunque significativo, el número de jóvenes educados en ikastolas que se aproximan a ETA. Y surgen de ese diez por ciento de vascos, endogámicos entre sí, que apoyan a la banda». A ver si me aclaro: ¿es ínfimo o significativo? ¿En qué quedamos?

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